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jueves, mayo 2, 2024

Cero crisis de confianza

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En días pasados aconsejamos, reclamamos a nuestra gente, que haga un esfuerzo por acentuar un gesto de confianza en las autoridades y sus capacidades para enfrentar los problemas que padecemos de manera exitosa.

“Confiemos, confiemos”, decíamos.

De buenas a primeras se difunde en el mundo un cierto desmoronamiento en los países de la Unión Europea, un mundo por allá, lejano, en donde ha fracasado la totalidad del plan de vacunación puesto en marcha y que se creía sería un éxito.

La cosa está ocurriendo, por allá, como decimos. Por donde viven los blancos de siete pies de estatura y ojos azules. Donde el supremacismo no deja espacio para más.

El plan de vacunación ha fracasado en los países europeos, en parte, porque la gente ya no confía en las autoridades y la ciencia, de la manera en que solían hacerlo. Eso es lo que se dice.

Se fundamenta ese criterio en antecedentes, al comparar la realidad actual en esa región del mundo en su lucha contra la pandemia del COVID-19. Antecedentes positivos durante luchas similares. Por ejemplo, durante un brote de viruela en 1947, no menos de 6 millones de personas fueron vacunadas en los Estados Unidos en tres semanas.

En 2009, los Países Bajos introdujeron rápidamente vacunas contra la gripe porcina, con la ayuda del ejército, que administraron 6 millones de dosis de vacuna en seis días. Durante el último gran brote de viruela en la antigua Yugoslavia en 1972, las autoridades pudieron vacunar a 18 millones de los 20 millones de habitantes del país en tres semanas.

¿Y qué está ocurriendo, hoy? Los expertos citan como detalle importante, que en el pasado lo que ayudó a hacer frente rápidamente a las enfermedades fue la cooperación entre rivales geopolíticos, que ahora no existe, a veces ni siquiera entre países amigos.

Nosotros, aquí, sumidos en nuestro subdesarrollo brutal, precisamente por culpa de aquellos blancos de ojos azules y su egoísmo inhumano, en donde sólo se piensa en la guerra y el zarpazo de las armas mortales, insistimos:

Lo último que debe perderse es la fe. Dicho de otro modo, la confianza entre unos y otros debe ser un instrumento permanente para el éxito.

En los actuales momentos de vicisitudes y urgencias de salud, que podrían impulsarnos a la peligrosa turbulencia política y social, los dominicanos estamos obligados a mantener la fe. Y aceptar la condición previa de que nuestras autoridades realizan grandes esfuerzos por cumplir su misión.

Avancemos. Tengamos fe.

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