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miércoles, mayo 8, 2024

¿Cantará otro gallo?

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Una leyenda sagrada narrada por cuasi testigos de los hechos anda diciendo que, al Mesías, al Redentor del Mundo de las garras del pecado, los mismos suyos lo negaron tres veces.
Y que el gallo madrugador no había cantado, aún. Sólo para que se cumpliera la profecía, en la que el pueblo judío nunca ha creído.

Por eso, tal vez, los judíos no han sido redimidos desde los orígenes del mundo.
Por eso, tal vez, los judíos no son capaces de discernir quiénes estaban primero en su sitio, si los palestinos, o los irredentos judíos de siempre.

Todo esto viene, acaso, porque una maldición de laboratorio anda suelta. Contagia en todo el mundo. Y mata en todo el mundo. Contagia a los dominicanos. Y mata a miles de dominicanos incrédulos y ligeros en su pensar, casi nulos.

Todo esto viene como alerta, acaso, porque llegó la llamada Semana Santa, cuando se lee en libros y se oye en las tribunas anti abortos universales que el Mesías anda cabalgando en un burro. Y que las gentes se amontonan sin guardar distancia alguna, para pasarle un ramo de palma, para que lo toque y quede bendito.

Todo esto lo decimos, acaso, porque el Gobierno anda diciendo que no encuentra explicación para comprender lo que ha pasado con las vacunas que también andan matando gentes, que las pagó y no se las entregan.

Y lo decimos, porque malas lenguas andan diciendo que las vacunas no sirven, y que ellas mismas matan a las gentes, igual que la maldita pandemia.

El Mesías recibido con judíos batiendo palmas, era esperado al traspasar la próxima colina para colgarlo, brazos abiertos, en una cruz. Entre dos ladrones, dizque uno bueno y el otro malo.

Leyendas, leyendas para incrédulos judíos que la realidad anda pintando como asesinos con mortíferos misiles y como hipócritas que se esconden detrás de los poderes sacrílegos para seguir matando géneros.

Semana Santa es más que una simbología de leyendas escritas como profecías por testigos crédulos.

Dominicanos, no seamos incrédulos y estultos. Las gentes, los amigos, los parientes, los vecinos buenos, o malos, están cayendo contagiados y muertos.

La profanación de la Semana Santa entre rituales sacrílegos y ante la incapacidad que nos gobierna, puede causar muchas penas. Quedémonos en casa. O, por lo menos, quedémonos tranquilos.

Esta maldición nacida en laboratorios no ha pasado. Y ¿quién sabe lo que ocurrirá, después que proclamen la nueva normalidad para tranquilidad del buen ladrón, o del mal ladrón, ya que ambos ladrones sobrevivieron ante la cruz del Cristo?

No lo neguemos antes de que cante el gallo madrugador. No sabemos si otro gallo cantará. No lo sabemos.

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