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miércoles, mayo 1, 2024

Bendiciones para la diáspora

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Los dominicanos que residen en el exterior representan, tal vez, parte de lo mejor de este país. Pero son el país mismo. Viven dispersos por todo el mundo. Y resulta imposible despegarlos de su tierra.

No digamos que esos dominicanos de la diáspora son magnánimos, ahora, cuando el mundo y también el país, están sometidos a numerosos cataclismos y catástrofes. No. Los dominicanos de la diáspora son así. Todos son buenos, siempre.

Esos dominicanos viviendo lejos de sus gentes, de sus familias, de sus amigos, del lar natural, encuentran la mejor manera de mantenerse cerca. Son industriosos e inteligentes para romper la lejanía.

Los seres humanos nacen para estar cerca unos de los otros. Para vivir en sociedad disfrutando de esa sociedad, mientras alimentan sus emociones compartiendo en comunidad los bienes naturales.

Ser humano es ser gregario.

Los dominicanos que viven en el exterior como exiliados económicos forzosos, no quieren ser exiliados.

Entonces, es cuando deciden y actúan. Remiten parte de sus esfuerzos, parte de su existencia, a quienes dejaron atrás y a quienes tienen presentes. Rompen, entonces, las distancias y comparten lo poco que consiguen para sobrevivir.

A esos dominicanos de la diáspora siempre les alcanzan sus fuerzas para compartirlas con los dominicanos de nuestra media isla.

El resumen de esos anhelos compartidos, no importa cuán distantes se encuentren, tiene un nombre: remesa.

Durante todo el año convierten sus remesas en miles de millones de dólares enviados. Miles de millones que son un alivio y una dicha que sólo pueden ser compensados con nuestros mejores deseos. Y el mejor de los deseos es que todos los dominicanos que viven lejos de su país sean bendecidos con salud, con alegría, con voluntad y fuerzas para seguir viviendo.

Digámoslo, entonces, repitiendo la voz oficial representada en las autoridades del Banco Central: las remesas registraron cifra récord de US$994.9 millones en marzo. Miles de millones de dólares llegarán envueltos en el sudor de nuestros semejantes.

La República Dominicana nunca perecerá, mientras haya dominicanos de la diáspora. Esos dominicanos, como diría un sabio, “no merecen morirse nunca”.

Sean bendecidos todos. Te lo pedimos, Señor.

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