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lunes, mayo 6, 2024

Bávaro, “El Dorado” dominicano

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República Dominicana podría parecer, a vista de satélite, el país de los absurdos. Una media isla en donde sus habitantes se empeñan en llamar la atención por sus desaciertos.
“Los cinco aeropuertos más cercanos a Bávaro”, se lee en cualquier titular noticioso colocado en la amplia red de Google. Cinco aeropuertos cerca de Bávaro.

Y un titular semejante podría llevar a pensar a quien lo lee, que Bávaro es un sitio lejano, colocado en los confines del mundo. Muy lejos, al otro lado del mundo, muy ambicionado. Y que no está, allí, en unos terrenos llenos de matas de coco y bañados por agua salada. Porque eso es Bávaro.

“Bávaro” no es el nuevo nombre de aquella ciudad mitológica, que, según la leyenda, atraía a los ambiciosos y depravados conquistadores de lo que les dio con llamar América, quienes creían que esa ciudad estaba construida, toda, en oro macizo. Y que allí, bailaba en las calles y caminos, un rey vestido con espumas de oro que se medía por onzas. Ese legendario sitio áureo en su totalidad, atraía a muchos aventureros. Y a medida que avanzaba el tiempo, era ubicado en múltiples puntos de la geografía de la tierra a la que llegaban los ambiciosos conquistadores europeos. Pero esas gentes presas de angurria y nuevas riquezas, no llegaban por avión a nuevos aeropuertos, sino al trote de mulos y caballos sudorosos.

Para concluir con tales cavilaciones hay que tener presente que, para llegar a Bávaro, allí, a la vuelta de un borde salado de la media isla, había disponibles cuatro aeropuertos, algunos a escasa distancia entre ellos.

Pero un eventual pleito de familias sonoras, hizo que alguna de ellas se arrimara a un muro que se derrumba, para conseguir que le concedieran a fuerza de la firma de un decreto, la aprobación para construir “un nuevo aeropuerto”.

Y para llegar a esa decisión, ese muro que se derrumba se apoyó en un armazón de decretos y reglamentos construidos ad hoc, por esos mismos apellidos sonoros que ahora se pelean. Y que saben lamer muy bien en las mieles del Poder para hacerse respetar y complacer. Y emitió un nuevo decreto sin pasar por razonamiento lógico alguno. ¡Lo hizo de un macetazo autoritario, ya, cuando se va! Como de maldad, porque, yo mismo soy.
Se le olvidó que Bávaro no es propiedad de nadie, en particular. Sino de un pobre pueblo del que se quiere hacer saber que es un pueblo que no es dueño de nada.

Pero que ahí estaba El Morro, en Montecristi; también la lánguida costa de Puerto Plata; y la Samaná, con su Golfo de las Flechas; y Barahona, con la historia, no leyenda, del revolucionario cacique Enriquillo, a escasa distancia del Corral de los Indios. ¿Por qué no atraen capitales para esos lugares? ¿Será, porque habría que guayar la yuca, como la guayaron los Rainieri, entre otros pioneros, en el Este, hasta convertirlo en el nuevo Dorado?
¿Las facilidades para atraer capitales extranjeros al país sólo deben servir para nuevos desaciertos? ¿Para que una media isla siga siendo tierra fértil para sembrar absurdos?

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