El enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania tendrá consecuencias nefastas para todo el mundo, no solo en la perdida de vidas, sobre todo civiles, que es lo más importantes, sino en el aspecto económico.
El mundo aun no acaba de salir de la crisis sanitaria provocada por la irrupción del COVID-19, que ha costado millones de vidas y paralizado todas las actividades, hasta el extremo de que muchos dicen que los últimos dos años fueron perdidos.
Lo peor de esta conflagración entre dos naciones, que se pueden considerar hermanas, pues tienen un mismo origen, es que los mecanismos de paz internacionales como el Consejo de Seguridad de la ONU están descartados para dejar oír su voz.
No la pueden alzar porque cuando países poderosos invaden y masacran a otros más pequeños, en aras preservar y ampliar sus intereses, estos mecanismos callan, ahí están las resoluciones del Consejo de Seguridad de ONU solicitando la retirada de Israel de los territorios ocupados que corresponden a los palestinos o el levamiento del bloqueo contra Cuba.
Aquellos vientos trajeron estos lodos, pero aun así la humanidad no debe desmayar en la búsqueda de una solución diplomática a este conflicto.
Por encima de los organismos inoperantes internacionales están los pueblos que son los que sufren las consecuencias de las guerras, que pueden imponer la paz, con la movilización pacifica detener el curso de las guerras.
Hay que recordar el papel desempeñado por el Movimiento Pacifista en los Estados Unidos, en los años de la década de 1960, para detener la guerra de Vietnam.
La lucha por la paz es el único recurso que tiene la humanidad hoy para detener esta guerra que pudo evitarse.
