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jueves, mayo 16, 2024

¡Comienzo del fin!

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El regocijo es generalizado, y las contadas excepciones registradas, más que condenables críticas, son advertencias que procuran apuntalar las condiciones necesarias, indispensables, para garantizar que este momento rebase la euforia de quienes, como los pedernalenses, solo han padecido una larga historia de engaños, decepciones y carencias, casi hasta la frustración y la incredulidad.

Después de que la minera Alcoa abandonara la descuartizadora explotación de la bauxita, enterrando en los hoyos la efímera bonanza económica sucedida en los años ‘60/70s del pasado siglo, a la provincia de Pedernales – “la más austral”, como la llama el periodista Tony Pérez- parece que retornará el bienestar colectivo que ayude a sus habitantes a salir de “la hoya”.

El “parteaguas” que se inició el recién pasado jueves 4 de enero, cuando en Cabo Rojo comenzaron a bajar más de dos mil” cruceristas”, es resultado de un proceso en el hay que resaltar la escasa vocación de continuidad de Estado que han tenido gobiernos de diferentes partidos, cuando de defender un patrimonio público se trata, tal como ocurrió con los terrenos de Bahía de las Águilas, epicentro del gran proyecto diseñado para esa zona.

Sin prejuicios ni favoritismos partidarios, es resaltable la férrea disposición del primer gobierno del PLD encabezado por Leonel Fernández a partir de 1996, para recuperar esos terrenos, los que unos vándalos se habían “ apropiados” con títulos falsos; el impulso a Pelempito y otras áreas ecológicas -que puso en “ el radar” a esa zona- en el de Hipólito Mejía, y pese a que en la gestión de Danilo Medina se vulneró la esencia ambiental del lugar con un manejo inadecuado y perverso, fue en su administración que se logró ( con sus “ bemoles”) la recuperación plena de esa propiedad.

Más de 25 años después, el compromiso reiterado del Presidente Luis Abinader , que antes de asumir el cargo tiene en su agenda el desarrollo de Pedernales como puntal para lograr el bienestar de la región suroeste, y aunque la disposición ha sido titubeante por momentos, ese “ desembarco” del jueves cuatro de enero tiene que ser el comienzo que ponga fin a las miserables condiciones de vida que padecemos los habitantes de esas cinco provincias que llaman “ El sur profundo”, manera perversa de justificar la dejadez oficial frente a su responsabilidad con esa subregión.

Considero que ese trascendental acto en el puerto de Cabo Rojo es el comienzo del fin de la miseria, porque para revertir la realidad económica de la zona se requiere de tiempo- que debe ser menos que el transcurrido desde 1996-, de muchos recursos económicos y humano hasta sembrar una nueva cultura que reporte bienestar pleno a esa gente, la involucre en la gestión de lo que se haga, y la comprometa en la responsabilidad de su futuro.

De esa manera, entonces si podrá “el sur profundo “acercarse a los niveles y condiciones de vida que hagan de sus habitantes seres humanos dignos de esa condición, garantizándole el pleno disfrute de sus necesidades y derechos, y despejando dudas sobre la plenitud del regocijo que ahora se están gestando.

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