Podríamos decir, a modo de metáfora, que el presidente Luis Abinader no debe seguir gobernando como niño con juguete nuevo que, luego de destornillarlo no sabe cómo, ni dónde colocar sus piezas.
Un gobierno que enarboló un presunto cambio que, en principio, fue “blindado” por funcionarios y tecnócratas graduados con posgrados en el exterior, no debe caracterizarse por un mandato reactivo. Sus políticas públicas deben ser bien direccionadas.
En estos momentos ya mucha gente comienza descreer de lo idóneo de las ejecutorias del PRM, y, por si fuera poco, Abinader no debe lucir con una actitud similar a la del expresidente Danilo Medina, cuando dijo: “¿cuál corrupción?”, al ser preguntado sobre irregularidades del funcionariado.
Queremos significar que Abinader se le asemejó, cuando reaccionó, al decir: “¿Cuál contrato?”; refiriéndose al fideicomiso cursado en el Congreso Nacional. Incluso, se observó que su actitud fue más airada que la de Medina.
En el llamado gobierno del cambio, aunque no sea en lo estructural y económico de nuestro modelo político disfuncional, el mandatario no debería errar ni trastabillar tanto. Y, tras sus errores, aparentar que es un presidente que escucha. En otras palabras, parecería que Abinader vence pero no convence.
Lo alardeado del saneamiento de nuestras políticas públicas, aunque sea uno de tendencia de derecha, no debe consistir solamente en apresar a los funcionarios corruptos del pasado gobierno de Medina.
Porque si es así, se entendería que el mismo sólo está afincado en una vendetta contra los corruptos de la pasada gestión gubernamental. Eso no es suficiente.
Esas judicializaciones deben ser asumidas, sin hacer comparaciones que tengan que ver con el pasado gobierno; en consonancia con medidas certeras que frenen la inflación, y solucionen otros malestares que acogotan al pueblo dominicano.
El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.
