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jueves, mayo 2, 2024

Melómano: Santos Discépolo: la tristeza nostálgica, la amargura de un tango perenne

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Existe en los tangos de Enrique Santos Discépolo una tristeza nostálgica, una amargura, lo que hace pensar que ese género musical está matizado por un aire de tragedia y desamor.

Es que la mayoría de los tangos memorables fueron escritos por este fecundo compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino y la mayoría (para no decir todos) llevan este sello. Al propio Discépolo siempre le acompañó esa aura de tristeza, que se puede percibir en las fotografías y videos que abundan por ahí.

Siempre recuerdo la ocasión que visité la ciudad de Nueva York y mi buen amigo Pablo Solano, sancarleño de pura cepa, me sorprendió con una producción de Gilberto Monroig, que contenía algunas canciones que yo no había escuchado. Entre esas canciones estaba el Tango Uno, composición del argentino Discépolo. Lamentablemente ese apreciable regalo de Solano lo arruinó la inclemencia del tiempo y mucho tiempo después inicié una “búsqueda implacable” para recuperar por lo menos el Tango Uno, en voz de mi artista favorito.

Carlos Gardel
Carlos Gardel

Las versiones en las voces de Carlos Gardel, Libertad Lamarque, Luis Miguel, entre otros, fácilmente se pueden encontrar en la plataforma de YouTube, pero no así en el caso de Monroig. Felizmente el periodista Gustavo Olivo, mi hermano del alma, me hizo llegar a través del WhatsApp el susodicho tango, que suelo disfrutar con cierta frecuencia.

Volviendo a la tristeza, al aire de tragedia, de abandono, pesimismo y hasta de violencia que se respira en los tangos de Discépolo, los mejores ejemplos son las canciones “Uno” y “Yira…Yira”. En el caso de “Yira…Yira”, el propio compositor describe al sujeto de su tango como un hombre abatido, frustrado y amargado.

La primera estrofa del tango “Uno” dice lo siguiente:

“Uno busca lleno de esperanzas

el camino que los sueños

prometieron a sus ansias.

Uno va arrastrándose entre espinas

y en su afán de dar su amor,

sufre y se destroza hasta entender

que uno se ha quedao sin corazón”

Por obra y gracia del desamor y la desilusión, arrastrarse entre espinas cual reptil ponzoñoso es la peor tragedia que puede acarrear el ser humano.

“Precio de castigo que uno entrega

por un beso que no llega

a un amor que lo engañó…

¡Vacío ya de amar y de llorar

tanta traición!”

La traición es un elemento esencial en este y otros tangos del argentino, pero que regularmente no le prestamos atención a la hora de escucharlo por los cantantes que lo incluyeron en sus repertorios. La siguiente estrofa destila desamor, desilusión, traición, pesar e infinito dolor, inhabilitando totalmente al sujeto para la acción sublime de amar.

“Si yo tuviera el corazón…

(El corazón que di…)

Si yo pudiera como ayer

querer sin presentir…

Es posible que a tus ojos

que me gritan tu cariño

los cerrara con mis besos…

Sin pensar que eran como esos

otros ojos, los perversos,

los que hundieron mi vivir.

Uno está tan solo en su dolor…

Uno está tan ciego en su penar….

Pero un frío cruel

que es peor que el odio

-punto muerto de las almas,

tumba horrenda de mi amor-

maldijo para siempre y me robó…

toda ilusión…”.

Gilberto Monroig
Gilberto Monroig

Y de “Yira…Yira”, interpretada por Gardel, Monroig, Julio Iglesia, entre otros, les dejo esta perla, ejemplo del más elevado pesimismo:

“Verás que todo es mentira,

Verás que nada es amor,

Que al mundo nada le importa…

Yira…Yira

Aunque te quiebre la vida,

Aunque te muerda un dolor,

No esperes nunca una ayuda,

Ni una mano, ni un favor.

Discépolo tenía el corazón tan enfermo de nostalgia, amargura, tristeza, que murió de un sincope, a los 50 años de edad. Nació el 27 de marzo de 1901 en el barrio porteño de Balvanera y falleció en diciembre de 1951.

Conocido como El Poeta del Tango, Enrique compuso canciones icónicas como “Cambalache”, una versión poética pesimista de lo que es el mundo. “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé”, así inicia este tango popularizado por Carlos Gardel (1890-1935), “El Ídolo de Medellín”, aunque según su biografía nació en Toulouse, Francia. Es justo afirmar que el comportamiento de las personas de hoy y de ayer le dan la razón al compositor. Este tango dice verdades incuestionables, que cada día cobran más vigencia. Por ejemplo, quién puede negar la certeza de esta estrofa (sobre todo en el país que nos gastamos) de Cambalache:

“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor

Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador

Todo es igual, nada es mejor

Lo mismo un burro que un gran profesor”.

Oh Dios, en el tango “Confesión”, el hombre le confiesa a la mujer que lo abandonó y que supone lo odia (y él feliz por ese desprecio): “El recuerdo que tendrás de mí/Será horroroso/ Me verás siempre golpeándote/ Como a un malva’o”. Es decir, que también hay una fuerte dosis de violencia en algunos tangos de Discépolo.

En el tango “Sueño de juventud” asume un aire poético que encandila, pero sin alejarse del desamor, y lástima que sea una de las canciones, sobre todo en voz de Gardel, menos escuchada.

Discépolo también compuso “Infamia”, “Justo el 31”, “Soy un arlequín”, “Quién más, quién menos”, “Canción desesperada”, “Alma de bandoneón”, “Tormento”, “Desencanto”, “Está noche me emborracho”, entre otras.

El tango “Desencanto”, una pieza extremadamente pesimista, donde la vida es considerada “tumba de ensueño”, lo popularizó Monroig y es mi preferida.

Y como nunca he negado la influencia que han tenido los boleros, baladas y los tangos en mi producción literaria, en mi más reciente novela publicada, “El intrigante diario de Poquita Fe”, uno de los personajes echa mano a la canción “Está noche me emborracho”, para describir el encuentro que tuvo con una joven que lo dejó por otro y el estado desastroso en que la encontró.

Sea en voz de Carlitos, “El Zorzal Criollo”, “El Morocho del Abasto”; Monroig, la brillante voz de Santurce; Luis Miguel, “El Sol de México” o del propio Enrique, “El Poeta del Tango”, o de quien guste, no deje de disfrutar de esos tangos que hicieron historia y se colocaron en gusto popular, a pesar de toda la tragedia y amargura que envuelven. Feliz fin de semana largo.

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