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miércoles, mayo 8, 2024

MELOMANO Los artistas preferidos de mi madre

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Hechos, aparentemente sin importancia en el momento y en ocasiones hasta traumáticos, van marcando el destino de las personas y al final somos producto de todas esas vivencias, desde que niño fuimos (como diría el poeta, ya fallecido, Ramón Tejera Rosas).

Ahora, sentado en el zaguán de la vida me toca reflexionar sobre lo vivido y su influencia en el tipo de persona que soy hoy. Confieso (y no por aquella memoria del gran poeta Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, el Pablo Neruda de Veinte poemas de amor y una canción desesperada) que al final he comprendido la gran influencia en mi vida de mi querida madre Dinorah Celeste Durán y de mi tío Rafael Denis Durán.

Mi tío Denis despertó en mí, desde temprana edad, el gusto por la poesía. Él era un fino declamador, sobre todo, motivado por la ingesta de alcohol. Cierro los ojos y puedo verlo, escucharlo, declamar Calle de la Veracruz o uno de esos poemas de José Ángel Buesa. Si apenas cursó un octavo grado, pero fue un ser con una inteligencia natural, que lo llevó a ser maestro rural durante muchos años en una comunidad de Jarabacoa.

De Dinorah, mi adorada madre, diré que entre su cuantiosa herencia que me legó está el don de agradecer, ser agradecido. Hasta el momento es un fardo que he llevado con gusto sobre mi hombro.

La otra herencia invaluable que me dejó mi madre fue el placer, el gusto de escuchar un buen bolero. Siempre existió una complicidad especial a la hora de sentarnos frente la antigua radio de bulbos a escuchar los programas dedicados al bolero.

Y me perdonan mi nostálgica ensoñación, pero hoy quiero hablar de esos artistas, esos boleros preferidos de mi querida madre, quien falleciera en 2003.

La primera vez que juntos escuchábamos boleros y colocaron un disco de este artista supe que era su preferido, por el intenso brillo reflejado en sus ojos.

Me refiero a Joaquín Codina, conocido por el nombre artístico de El Trovador Codina.

Nacido en La Habana, Cuba, el 02 de julio de 1907 y fallecido el 4 de mayo de 1975, Codina tenía su propio estilo a la hora de interpretar la música popular cubana. Además, tenía la virtud, como muchos otros boleristas, que tocaba la guitarra, también con un estilo muy peculiar.

Para recordar algunos de sus éxitos mencionaré “Celos”, “Bajo un palmar”, “Vano empeño”, “«Veinte años”, “Ojos tristes”, “Enamorada de ti”, entre otras.

No sé si por su picardía o su estilo único, pero Daniel Santos (1912-1992), indiscutiblemente uno de los grandes intérpretes del bolero, también figuraba en la lista de sus artistas preferidos.

A veces creo escuchar “Virgen de la medianoche”, “Adiós muchachos”, “Irresistible”, “Linda” o “Magic”, cuyo título no corresponde al contenido del bolero y que era uno de sus preferidos, en el viejo radio que teníamos en la intimidad de la cocina.

Ella, mi sufrida madre, parecía envolverse en profundas cavilaciones mientras disfrutaba de la voz del Inquieto Anacobero.

Más que Gilberto Monroig, mi artista preferido, Roberto Yanes (Roberto César Iannacon, 1932-2019) pobló mis días y mis noches de gratas emociones, junto a mi madre. El mediodía era una cita obligada con Yanes y su Concierto de amor.

Bernardo Ortiz era uno de esos artistas cuyo nombre nunca supe, pero su canción “Dos rosas” era un clásico que disfrutábamos mi madre yo. Una canción del género de la bachata, que gozó de mucha popularidad en el país.

Oír sus canciones me generaba una inexplicable tristeza y aun hoy me ocurre lo mismo, hasta el punto de evadir escucharlo. No sé por qué.  Me refiero a Pedro Infante Cruz (1917-1957), quien además fue actor, uno de los más recordado del cine mexicano.

Me generaban y aún me genera tristeza, sobre todo, las canciones “Flor sin retoño”, “Cien años”, “Los dos perdimos” y “Deja que salga la luna”. En fin, casi todas.

Reconozco que era dueño de una voz única, suave y armoniosa, pero cargada de una extraña tristeza, que a mí me golpea como si fuera un mazo. En él se cumple la definición que mucho dan al bolero de composición musical para sufrir el amor.

Murió a penas a los 40 años, con toda una vida por delante, a causa de un accidente aéreo.

No así me ocurría con sus películas, porque siempre encarnaba a personas pícaros, alegres.

Si la memoria no me falla esos eran los artistas preferidos por mi madre y esta semana, este viernes bohemio, quiero hacer un alto para rendirle tributo a la autora de mis días, a la culpable de que hoy me autoproclame melómano. ¡Salud!

1 COMENTARIO

  1. Usted siempre dándonos a todos o los pocos que aún quedamos una razón para seguir escuchando y leyendo las buenas letras de un gran columnista cómo es usted.

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