Entre los observadores hay división de opiniones respecto al gobierno de Luis Abinader, luego de siete meses en la Administración pública.
Algunos dicen que es un gobierno “dichoso” a partir de la pandemia del coronavirus, origen del reflujo hogareño que supera el año.
Cuando crecieron los rumores de paralización general labores, el gobierno dobló su pulso y suspendió inminentes impuestos, según medios.
Pasaron los 100 días de gracia, más enero y febrero, toque de queda incluido, mientras la deuda externa subía sobre las nubes.
El panorama actual provoca incertidumbre excepto ciertos poderosos que incrementan sus riquezas.
No extraña entonces que en San Francisco de Macorís escenifiquen la simbólica sepultura del prometido cambio.
Tampoco sorprende que estamentos gubernamentales emitan señales recordatorias de figuras siniestras como los incontrolables y las deportaciones durante los 12 años.
Tal amenaza se cierne sobre Jesús Núñez, de la Unión Nacional de Trabajadores Cañeros.
