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sábado, mayo 4, 2024

“Makikí”

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Estoy convencido de que la felicidad, al menos para los pobres, no es un estado. Estamos sentenciados ser feliz, en algunos episodios de nuestra existencia. Esto es, a retazos o a cuenta gotas.

Esta realidad se hace más patética si pertenecemos a un país como el nuestro. Por lo no institucional en la cosa pública, República Dominicana es uno que genera desesperanzas y, si uno tiene una actitud de contracultura y no está de acuerdo con el orden desordenado; se dificulta el progreso material, y felizmente, sentirse satisfecho.

Pero, partiendo de lo expuesto-que es mi punto de vista-, en un país como el nuestro y, en una sociedad de pícaros que se caracteriza por el individualismo, debemos aceptar que hay un placer auténtico: la armonía y unidad familiar.

Me sentí rebosante de felicidad, cuando hace poco, a través de WhatsApp, vi un vídeo en cuya escena mi hermano mayor, Luis Alfredo De León (Makikí), a sus 82 años, bailaba salsa con una de mis sobrinas, es decir una de sus hijas.

Pensionado como combatiente constitucionalista que construyó las trincheras de Ciudad Nueva y la Zona Colonial, en 1965; también en su mocedad, vendió los tabloides de domingo y la lista para buscar el sustento diario; fue pelotero amateur y no llegó a más, porque tenía que cubrir nuestras elementales necesidades. Camino a ser un nonagenario y con una salud aceptable, hoy disfruta al lado de sus siete hijas, algunas residiendo en el exterior.

Henchido de satisfacción, observé el disfrute del baile gracioso del hermano que tantas veces me hizo ‘millonario’ en mi adolescencia. Sí, cada 6 de enero tal vez era el adolescente más feliz de Villa Francisca y Borojol.

Ese otrora diestro maestro de carpintería me colmaba de diversos juguetes.  Makikí se encargaba de hacer los estantes contentivos de la juguetería de la Farmacia Astacio; todavía localizada en la Vicente Noble a esquina Las Honradas.

A parte de conseguir algún menudo, al que familiarmente llamamos Alfredito, lo que no cobraba en dineros por su trabajo, lo tomaba en entretenciones diversas, para su único hermano menor, por parte de madre.

Hoy, Alfredito o, Makikí para sus amigos, se siente feliz junto a sus hijas que, son huérfanas de madre.  Y hay que subrayar que atravesando por serios inconvenientes, se hicieron profesionales, en diversas disciplinas.

El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.

 

 

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