Hay dos barbaridades que han lastrado nuestra civilización: el fanatismo religioso, y el odio a los migrantes. Y la República Dominicana no está exenta de estas perturbaciones sociales.
Pero si obviamos, por ahora, el frenesí de los que profesan lo religioso en sus diversas denominaciones, observamos las acciones de gente obtusa que poseyendo un 49% de herencia africana y, en suma, un 22% de ascendencia haitiana; abusa de haitianos trabajadores que tratan de abrirse paso en nuestro país.
Claro, no nos oponemos a que se regule su entrada, pero no debe volcarse sobre ellos nuestras fallas migratorias y el oportunismo de empresarios que los explotan. Esto, sin añadir que los que son simples trabajadores fortalecen la economía dominicana, aunque haya algunos que son delincuentes.
Pero parece que asoma una posible realidad; los negros dominicanos que presentan ese perfil, despectivamente calificados como “retintos”, tienen que cuidarse y mirar bien por dónde, y cómo se mueven. Y esto no es un tremendismo.
Recientemente en parque Colón de la Zona Colonial, fueron agredidas gente que se manifestaban contra los abusos y saqueos del mal llamado Descubrimiento de América. Si cabe el término, éstos euro-nacionalistas (porque muchos se creen europeos); entendieron que los manifestantes apoyaban a los haitianos indocumentados.
Parecería que su nacionalismo de nuevo cuño, está basado en atropellar a los haitianos de abajo y no a sus diezmadores; y los que se benefician de ellos. Estos no tienen nada que ver con confrontaciones que narran nuestra historia, siempre divorciadas de contundentes verdades político-sociológicas.
Hay otras formas de enfrentar la migración ilegal de nuestros vecinos, y estamos contestes del por qué se les da paso y no se regulan efectivamente. Como hemos dicho en otras ocasiones; es más fácil coger piedras para los más chiquitos.
Detrás de estas acciones violentas contra todo el que se cree es haitiano, hay dos protagonistas: los que con ello capitalizan para afincar a los gobiernos de turno, y los que actúan por ignorancia; odio racial y xenofobia.
El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.
