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lunes, mayo 6, 2024

Los haitianos se preguntan: ¿Una intervención, para qué? ¿Para un baño de sangre?

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¿Una intervención para qué? El embajador de Haití en Estados Unidos, lo que queda de él, consideró que los vecinos de Haití, como Estados Unidos y Canadá, deberían tomar la iniciativa de una nueva intervención extranjera.

Un nuevo enviado llamado…. ¿Para qué? Brian A. Nichols, subsecretario del Departamento de Estado de EE. UU., se encuentra en Port-au-Prince el miércoles y el jueves. ¿Para qué?

¿Cuál es la componenda del Departamento de Estado, con su representante el ilegal y de facto primer ministro haitiano, Ariel Henry?

Washington siempre ha estado desvariando en sus relaciones con Haití, pero en el marco de una firmeza de desprecio y temor frente a un pequeño, pero bravo, terrorífico vecino, cuando se le toca  para mellar su ilusión de libertad, que es su razón de ser de toda la vida.

Podría ser, sin embargo, que los Estados Unidos haga intentos a tiendas de implementar la Ley de Fragilidad Global de Donantes Múltiples (GFA), en Haití, un nuevo invento del Departamento de Estado, en el que ya se incluyó a Haití, sin consultar a Haití. Hay quienes ven en esa inclusión de los haitianos, una ligera variación en la falta de estrategia norteamericana, si anda en busca de asociarse a Haití y su pueblo.

El presidente Joe Biden confirmó la implementación de esta legislación en al menos cinco países, entre ellos Haití. Es un instrumento legal aprobado en 2019 y concebido como «estrategia para prevenir conflictos y promover la estabilidad con países socios en todo el mundo». Es una “prueba piloto” de la entrada en vigor del instrumento legal comenzará en Haití, Libia, Mozambique y Papúa, y también contempla la costa occidental de África, que incluye a Benín, Costa de Marfil, Ghana, Guinea y Togo.

Se alude a la ya confesada intención de incluir a Haití en la legislación de la GFA, para dirigir y financiar, en un marco de diez años, para unificar el esfuerzo de todas las agencias de los Estados Unidos en unos mismos objetivos

Ya no se trataría de meras actividades bien intencionadas o no, pero todas fallidas, ya que no han incidido en mayor seguridad ni bienestar para los haitianos. No importa que los recursos que hayan sido dirigidos para ayudar a Haití, sean contribuciones del pueblo de Estados Unidos. Más bien, eso sería lo más grave.

Lo que Estados Unidos siempre ha obviado es impulsar un trabajo junto a los haitianos deseosos de trazar su propia transición a la democracia y apoyar las políticas y el liderazgo elegido por los haitianos.

Las causas profundas de los problemas de Haití, nunca han sido de interés de los norteamericanos y su coro de Occidente, porque siempre se ha descuidado y desoído las voces de los haitianos comunes.

La iniciativa de la intervención armada en Haití, ya había sido sugerida por Luis Almagro, secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA). La OEA, la sepulturera de democracias en sus linderos.

Ariel Henry
Ariel Henry

El secretario general de la ONU inmediatamente lo adoptó el inusual pedido de militares para invadir un país que no está en guerra, a no ser con su propio sino. La ONU lo apoyó.

Sin embargo, en su resolución del 15 de julio de 2022, que prorrogó el mandato de la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (Binuh), (Binuh, ¿para qué?, dicen en Haití), el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU) solicitó al “gobierno haitiano” que le presente, a más tardar el 17 de octubre de 2022, una actualización sobre las consultas para “un acuerdo urgente”, con miras a la organización de “elecciones presidenciales y legislativas inclusivas, pacíficas, libres, justas y transparentes”. Pero el gobierno haitiano se ha adelantado a esa fecha, con su grito, pidiendo intervención armada.

Gradualmente se está viendo que a juzgar por los interlocutores en torno a esta vulgar iniciativa interventora que Haití ha rechazado a coro, ya todo fue acordado a espaldas de la población haitiana.

Haití está a punto de representar no un desorden magnífico y un caos, que ya es tradición, producto de los compromisos de una élite sedienta de dinero, en connivencia con grupos armados para el desorden, sino una hecatombe. Haití se ahogará en sangre, porque Haití, una vez más, enfrentará cualquier tipo de intervención armada, porque ya conoce los resultados de ese tipo de acción.

Es por eso que la solicitud vulgar del desgobierno de Henry no ha recibido unanimidad en Haití. Haití ha redoblado su revolución callejera, y cooperado con los saqueos y la violencia contra las instituciones, incluida la corrupta, pero inútil policía existente. Si no hay combustible, si no hay agua potable, si no hay medicamentos contra el cólera y múltiples endemias, si no hay comida, si no hay escuelas ¿para qué una invasión extranjera?

¿Para resguardar el interés geopolítico hegemónico de grupos monopólicos norteamericanos en el marco de la llamada “frontera imperial”?

Ese interés hegemónico sólo se manifiesta para los haitianos, cuando llegan los huracanes devastadores, los terremotos, las sequías mortales.

Porque ninguno se recordó de Haití para ayudarlo a combatir el Covid-19.

Piden elecciones para volcarse en favor de los más imbéciles políticos y corruptos entre los haitianos, marginando siempre a la gente de los campos que destacan por su miseria pronunciada. ¿O no es eso lo que se comprobado con los gobiernos de Jean-Bertrand Aristide, Michel Martelly, y el último de Jovenel Moïse, llegando al extremo de lo que ocurre en la actualidad, respaldando el grito del desesperado para que lo invadan, ante su incapacidad?

¿No está a la vista de todos, el poder del narcotráfico, del tráfico de armas ilegales del que se conoce sus orígenes y sustentación?

La Constitución vigente en Haití, la de 1987, es clara. ¿Por qué no se la colocan como plato del día a los ricos de Haití?

Estados Unidos no puede mostrar un solo gesto contundente que sustente un firme deseo de promover el crecimiento institucional y democrático, ni el desarrollo total del pueblo haitiano.

¿Para qué la visita del subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian A. Nichols, por dos días en Puerto Príncipe? Esa es la pregunta que anda de boca en boca entre las masas haitianas. Se hacen esa pregunta, a pesar de que fue difundida a todo el mundo la afirmación del presidente dominicano Luis Abinader de que la visita se debe a que este emisario verá si puede avanzar y llegar a un acuerdo con las diferentes fuerzas haitianas.

Este Nichols ya se pronunció hace semanas, pidiendo graves sanciones contra las “pandillas haitianas”, y quienes las financian y apoyan, y adelantó que habrá sanciones financieras e impedimento de viajes internacionales.

Este Nichols es el diplomático que relevó a Daniel Foote, tras la renuncia de éste, según dijo, avergonzado por el trato que da el gobierno del presidente Biden a los haitianos que llegan como inmigrantes ilegales a territorio norteamericano, apresándolos y regresándolos a Puerto Príncipe. Aunque, luego, desde la calle ha advertido que está de acuerdo con que Estados Unidos despliegue 25 mil tropas para doblegar a los haitianos.

No es la primera vez que Nichols se presenta en Puerto Príncipe, ya en septiembre de 1921, estuvo por Haití, junto a Juan González, otro enviado, tras la renuncia de Foote. Por eso la pregunta en Haití: ¿A qué vuelve?

Aquella vez se despachó pidiendo a los iniciadores del Acuerdo de Montana que participen en discusiones «serias» con Ariel Henry y otras partes interesadas clave para una solución «unificada» para Haití. Y el ex enviado Foote, consideró esta propuesta “mala elección”. “Brian, respetuosamente, no”, reaccionó en su cuenta de Twitter.

El tema es que Ariel Henry ha querido todo el tiempo “narigonear” a los sectores que proponen acuerdos, soluciones y propuestas de parte de sectores sociales, empresariales y políticos haitianos.

Foote, antes de desertar de sus funciones, logró liderar encuentros durante semanas, con la entonces embajadora norteamericana, señora Michele Sison, apartada luego del cargo, con el jefe de la Policía Nacional de Haití, Leon Charles, y otros oficiales de policía haitianos. Lo confirmaba Anthony Blinken, en público. “La política implementada por el actual ejecutivo norteamericano no se alinea con las recomendaciones que había propuesto ya que fueron desestimadas e ignoradas por la Casa Blanca. La creciente migración en nuestras fronteras solo crecerá a medida que incremente la miseria inaceptable de Haití”, señalaba aquella vez, Foote.

Bueno, Biden, según Blinken, ya está procediendo, para atender a su mensajero Ariel Henry: El Secretario adjunto está acompañado por el teniente general Andrew Croft, subcomandante militar del Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM), y por asesores y personal sénior de la Casa Blanca, la Oficina del Secretario de Defensa, el Estado Mayor Conjunto y la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley del Departamento de Estado. También la Guardia Costera de Estados Unidos envió un importante barco para patrullar aguas cercanas a Port-au-Princie, «para que realicen patrullaje desde alta mar de Puerto Príncipe, Haití, a solicitud del Gobierno de Haití».

Joe Biden no está inventando, como sugiere el periódico Washington Post. Esa conducta y todo lo que trasciende un hábito secular de Norteamérica para con Haití.

Se puede recoger en la red de redes, Internet: Era 16 de junio del 1792, y Thomas Jefferson (tercer presidente de los Estados Unidos de 1801 a 1809, pero que escribía al Marqués de Lafayette, en Francia, todavía en su condición de secretario de Estado de la nueva nación norteamericana (de 1790 al 1793), bajo George Washington: “Los esclavos en la colonia francesa de Saint-Domingue (Haití) han derrocado violentamente el sistema de plantaciones, los dueños de esclavos y el gobierno”. En la carta, Jefferson, como secretario de Estado, indagaba sobre las políticas de los nuevos gobernantes de Francia hacia los colonos franceses y los revolucionarios”.

“¿Qué estás haciendo por tus colonias? Se perderán si no se los socorre más eficazmente. De hecho, ningún esfuerzo futuro que pueda hacer podrá reducir los negros. Todo lo que se puede hacer, en mi opinión, será combinar con ellos como se ha hecho anteriormente en Jamaica”.

En Haití, la neutralidad de Jefferson había permitido armas para el movimiento de independencia de esclavos durante su Revolución y bloqueó los intentos de ayudar a Napoleón, quien fue derrotado allí en 1803.

Pero rechazó el reconocimiento oficial del país durante su segundo mandato, en deferencia a las denuncias sureñas sobre la violencia racial contra los esclavistas; finalmente se extendió a Haití en 1862.

Jefferson reconoció que la revolución tenía el potencial de causar un levantamiento contra la esclavitud en los EE. UU. no solo por parte de los esclavos, sino también por parte de los abolicionistas blancos. Los dueños de esclavos del sur temían que la revuelta se extendiera desde la isla Hispaniola a sus propias plantaciones. En este contexto y con el objetivo principal declarado de mantener el orden social en Haití, “los EE. UU. se negaron a reconocer la independencia de Haití hasta 1862”.

Estados Unidos también embargó el comercio con el estado naciente. Los comerciantes estadounidenses habían realizado un comercio sustancial con las plantaciones en Hispaniola a lo largo del siglo XVIII, y el territorio gobernado por Francia proporcionaba casi la totalidad de su azúcar y café. Sin embargo, una vez que la población esclava haitiana se emancipó, EE. UU. se mostró reacio a continuar comerciando por temor a molestar a los franceses desalojados por un lado y a sus esclavistas del sur por el otro.

Para los estadounidenses negros, este fue un momento terriblemente emocionante, un momento de gran inspiración. Y para la clase de los hacendados sureños, fue un momento de enorme terror.

Debido a estos cambios en la política y las preocupaciones internas, Estados Unidos no reconocería oficialmente la independencia de Haití hasta 1862.

Aunque Francia reconoció la independencia de Haití en 1825, los haitianos tendrían que esperar hasta 1862 para que Estados Unidos reconociera el estatus de Haití como nación soberana e independiente.

Lo de ahora, no es más que la repetición de la historia. Ahora, como comedia.

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