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lunes, mayo 6, 2024

Colombia está dividida, ¿tanto como Estados Unidos?

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Colombia está dividida y la elección popular de la izquierda para entregarle el Poder, es una opción para que ese país de importancia básica en América Latina, encuentre un derrotero que parecía inusitado.

El presente fracturado de Estados Unidos y sus temores para el futuro se refleja en las encuestas, en las que dos tercios de los estadounidenses se muestran en desacuerdo con la reciente decisión de la Suprema Corte, controlada por mentes religiosas de derecha, liquidando las garantías para que las mujeres de ese país puedan practicarse el abordo en libertad, no se quedará ahí.

El cincuenta y siete por ciento del país norteamericano está diciendo con enojo que el derecho de una mujer al aborto por cualquier motivo, es una conquista que estaba vigente desde 1973, considerada una revolución que ahora parece adentrarse en una contrarrevolución.

En Colombia, el comandante del ejército de ese país, general Eduardo Zapateiro, está renunciando al puesto, por no tener que verse en el gobierno a instalarse con tales funciones, y tener que cumplir la Constitución de la nación bajo la visión del nuevo presidente progresista, Gustavo Petro, dentro de un mes, cuando éste asumirá la presidencia.

Petro fue electo con la mayor votación histórica en Colombia. Y Zapateiro, un militar duro guerrerista, podría ser uno de los oficiales con mayores responsabilidades de violencia, mientras ha estado en funciones, contribuyendo a la intensa convulsión de odios que abate a esa nación por más de sesenta años.

Petro ha dicho que sacaría de su puesto a Zapateiro, tan pronto como asumiera la presidencia, igual que a toda la cúpula militar que “estuvo muy imbuida por la línea política del presidente saliente, Iván Duque. El mismo Duque tozudo servir de la oscuridad que se niega a coincidir con el informe de la Comisión por la Paz, recibido ya por Petro bajo compromiso.

En Estados Unidos, la prensa anda a ritmo de la publicación The New Yorker, cuando afirma que “los demócratas en la América de hoy pueden mirar al otro lado del pasillo, si quieren consejos sobre cómo superar los desafíos de un sistema político no representativo que muchos piden, una Corte apilada y sus divisiones internas”. En esa senda nada dubitativa anda toda la prensa norteamericana, asombrada.

Está, ahí, en acción, el comité selecto de la Cámara de Representantes que investiga el ataque armado del 6 de enero contra el Capitolio, instigada la multitud por su propio presidente Donald Trump, hoy con nuevos impulsos pese a estar en la mirilla de la Justicia. La Corte Suprema también anuló, el 23 de junio, una ley del estado de Nueva York que restringía la capacidad de portar un arma en público, incluso cuando el Senado votó para aprobar una legislación de control de armas después del tiroteo en la hoy cerrada escuela por esa causa, en Uvalde. Contrarrevolución por todos lados en el Norte.

Aborto y armas de fuego son temas que colocan a Estados Unidos en una encrucijada, mientras la inflación azota los hogares menos pudientes   sin que se vislumbre una solución de inmediato, en una América dividida, en la que en corrillos de amigos y analistas se advierte la opinión de que algo muy, muy, muy malo está a punto de suceder.

Más de uno, en Colombia, podría estar pensando con motivo o sin motivo, que la conducta de ese militar de mando supremo, hasta esta semana, también podría ser un síntoma de que algo muy, muy malo podría suceder en ese país, esperanzado sin embargo, en que los resultados electorales últimos provoquen un giro que traiga esperanzas que es el anhelo generalizado.

En Estados Unidos, la Constitución ofrece solo un remedio para la mala conducta en la Corte Suprema: el juicio político. Lo pide la representante Ocasia Cortez en las calles buscando una eventualidad. Esto se intentó una vez, en 1804, pero resultó en una absolución, subrayando la independencia de la rama judicial.

En el historial Desde entonces, solo un juez, Abe Fortas, se ha visto obligado a dimitir; renunció en 1969, después de que miembros del Congreso amenazaran con destituirlo por presuntos conflictos de intereses financieros.

Igual que otro juez, William O. Douglas, un activista ambiental. En 1962, renunció a la junta, reconociendo que existía la posibilidad de que el grupo participara en un litigio que pudiera llegar a la Corte.

¿Qué pensar de estos mundos contrapuestos, en los que Ucrania y Rusia, propiamente no cuentan?

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