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viernes, mayo 3, 2024

¿Y las salas de cine? y 2

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La semana pasada escribí sobre las salas de proyecciones cinematográficas en los barrios y pueblos de República Dominicana. Un poco nostálgico, recuerdos de mi adolescencia, sin lugar a dudas. Pero la verdad es que los cines desaparecieron; se los tragó la tierra, en una palabra.

Adujeron, por ejemplo, la llegada del telecable o la TV por paga, las telenovelas y otros magazines internacionales en la televisión abierta, costo de la vida, inseguridad pública… y una larga etcétera. Sin embargo, pienso que todo esto pudo coexistir con las salas de cine en nuestros vecindarios y provincias.

Apuntemos de entrada que el cine es más que es una simple diversión, que es una industria, una manera de comunicación; pero que también es el séptimo arte. Por lo tanto es más que ver una película: Es un resumen del resto de las demás manifestaciones artísticas. Arquitectura manifiesta en sus decorados, dramaturgia en las actuaciones, música, estética visual, estilos de vida, formas de transporte, gobernanzas y hechos históricos…

Despojar a una comunidad de ver cine, es privarlo de estar informado, de disfrutar de la puesta en escena de un tema político, económico o social que les podría atañer a segmentos comunitarios; además, enajena a poblaciones enteras de lo que pasa en el resto del mundo. Cine documental, docudrama, cine argumental puede servir para apuntalar decisiones en el imaginario colectivo.

“Atrapados sin salida” (One Flew Over the Cuckoo’s Nest), de Milos Forman, provocó una nueva conciencia en las autoridades sanitarias en Estados Unidos con relación a los internos con trastornos mentales. O, “Rojo como el cielo” (Rosso come il cielo), de Cristiano Bortone, cuya mirada estimuló en los mandos educativos italianos la integración en la escuela básica de cualquier niña o niño discapacitado, por nacimiento o accidente. Y ni qué decir de la fuerza y la influencia del cine utilizado como propaganda en tiempos de la Unión Soviética o la Alemania de Hitler.

La Dirección General de Cine, a través de la Cinemateca Dominicana, tiene un programa llamado Cine Sobre Rueda. Cada cierto tiempo se lleva a una comunidad una proyección cinematográfica, una película. La idea es buena, pero no es suficiente. Entre una proyección y otra pasan meses, incluso años.

La DGCine debe velar porque el cine se vea en todo el territorio nacional, cuando no filmografía internacional, por los menos, el cine que se produce en el patio. Que todos los habitantes criollos se vean representados en él como miembros del arte y la cultura dominicanos. Porque los ciudadanos necesitan un poco de diversión, de información y hasta de formación.

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