Hoy voy a contar otra experiencia de mi vida como seminarista para ser sacerdote que tiene una faceta humorística.
Los sábado por las tardes de aquel año 1951, los 34 miembros del equivalente del 5to. de la escuela primaria , recibíamos clases de catecismo.
Con frecuencia el padre Gerardo Diego, se refería a los diez mandamientos de la iglesia Católica. El sexto de los cuales se refería a No Fornicar. A mis 10 años yo jamás había escuchado esa palabra.
Como a los seis meses de estar en el pre-seminario se presentó un viaje al seminario mayor que se encontraba localizado en la avenida Fabré Gefrard (hoy Abraham Lincoln) en homenaje al presidente haitiano entre 1859 y 1867 que se destacó por su impulso a esa nación. (no pierdo las esperanzas de que ello pudiera volver a ocurrir).
Ese viaje me permitió hablar con mi primo Basilio que estaba tres años más adelantado que yo y desde que pude le formulé dos preguntas que fueron las siguientes: ¿Qué quiere decir no fornicar.? A lo que mi primo respondió: ¿ Qué está prohibido fornicar? Insistí, pero fue inútil. Pasó mucho tiempo, para yo entender la descripción de la prohibición. Pero mis inquietudes no terminaron ahí.
El cura también añadió otras inquietudes. En una ocasión dijo que los enemigos del alma eran: El Diablo, el Mundo y La Carne. Obviamente El Diablo no ameritaba explicación. Pero los otros dos elementos: el mundo como identidad del planeta y la carne como alimento, me atormentó buen tiempo, donde estaba la pecanosidad.
De estos hechos hacen 71 años, tiempos en los cuales yo alardeaba que en mi casa había una bicicleta y un radio. No me creían, hasta que hubo un viaje a Santiago y se detuvieron en mi casa y se bajaron mis compañeros a comprobar la veracidad del hecho. Obviamente los bonos míos se dispararon. Un radio operaba en ese entonces sin energía eléctrica con la carga de una pila del tamaño de un pie cúbico.
