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miércoles, mayo 15, 2024

En ruta a Cap Haitién XVIII

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Más rápido de lo que pensaba Roberto arriban a la vivienda de los padres de Solé y cuando llegan, el taxista suena la bocina del auto. Pocos segundos después salen de ella, el chofer y una empleada, ambos con uniformes.  Al ver quienes llegan la empleada toma las maletas de Solé y el chofer las de Roberto. Otra empleada sale y se devuelve para avisar a Lilly que ha llegado su hermana.

Al salir Lilly, Solé le pregunta por qué no contestaba y esta le aclara que el sistema se ha caído y que no hay ni teléfono ni internet. Solé da muestras de comprender y aprovecha para presentarle a Roberto quién extiende la mano al tiempo que dice su nombre y apellido.

Lilly lo ve de los pies a la cabeza y Roberto aprecia el gran parecido físico entre ambas hermanas, pero sí aprecia la diferencia de miradas en la que Lilly aflora una expresión de picardía y agresividad.

Los empleados han recogido las maletas y todos entran a la vivienda que tiene el sello característico del bienestar en todo el mobiliario y la decoración en las paredes. Roberto apreció al instante que entre ambas hermanas no aparecieron los apretados fuertes abrazos con cariño que se supone hubiera entre ellas después de una larga ausencia. Tampoco la voz, mostraba la emoción correspondiente.

Roberto observó el sentido de dominio de Lilly en el entorno que ordenó subir las maletas, pero no sin antes de Solé informar que había invitado a Roberto a pernoctar en su casa. Lilly dispuso arreglar para él la última habitación del segundo piso, justamente la más distante de la de Solé.

Sugirió que se sentaran en el comedor, que era lo suficientemente amplio, como para que todos estuvieran cómodos y propuso una picadera que consistió en cajas de las marcas norteamericanas, y también pequeños trozos de quesos fritos que las empleadas prepararon con más rapidez que las cadenas alimenticias de esa nación. En adición ordenó cerveza Presidente y miró a Roberto preguntando ¿usted es dominicano no es así? Roberto asintió. Lilly agregó, no solo es mi preferida, sino que yo la distribuyó aquí en Cap Haitién. ¿No me diga?, dijo Roberto.

Solé, dio todas las muestras de comprobar el estilo que la distanciaba de su hermana, pero también que esta vez se había iniciado una competencia, aunque con la natural reserva de su forma de ser. Ella ya había colocado a Roberto en una zona de su cerebro que no era solo de admiración de su personalidad y conocimientos. Ella sabía que Roberto era casado, pero su conducta expresiva en todo el trayecto no tenía nada que ver con la de un hombre joven enamorado de su esposa.

Ambas hermanas se sentaron a cada lado del asiento de Roberto y pronto empezaron a disfrutar del ambiente festivo que proporcionaban los alimentos y la ebulleciente cerveza en una temperatura lejos del calor del país caribeño en que se encontraban, las cuales, a pesar del potente acondicionador de aire, igual mostraban la cenicienta apariencia, que sobre el verde cristal se presenta al chocar el aire con la superficie fría de las botellas recién extraídas de las refrigeradas neveras.

La gente de la súper-minoría haitiana a la que pertenecen Solé y Lilly no padecen la ausencia de electricidad de los 7 millones de haitianos y desde luego ni de los apagones, que, con demasiada frecuencia, reciben los 4 millones que si la tienen. Esa minoría dispone de plantas propias.

continuará

 

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