La entrevista del periodista estadounidense Tucker Carlson al líder ruso Vladimir Putin ha puesto sobre el tapete la discusión de si realmente existe la libertad de prensa en Occidente o si es una máscara que se pone en el escenario cuando conviene a los intereses de los grandes países.
Tucker Carlson ha recibido todo tipo de anatemas solo por ir a Moscú y entrevistar a Putin, quien junto a su país es objeto de una rusofobia, que muchos no imaginaban a estas alturas, cuando la Guerra Fría finalizó hace varias décadas.
El muro de silencio que se quiso tender sobre la entrevista hizo a recordar a muchos al Gran Hermano, aquel personaje de la novela 1984, de George Orwell, que controlaba hasta el pensamiento de los ciudadanos.
Aun así la entrevista rompió todos los records audiencia, lo que no imaginaron aquellos que se plantearon boicotearla, todo lo contrario sus acciones contribuyeron a expandirla e incluso dimensionar la figura de Putin, un efecto boomerang que no esperaban en una guerra por otros medios, como es la propaganda.
Con ello Estados Unidos y Europa, que se erigen en paladines de la libertad de prensa, quedaron como ogro que engullen en sus fauces la misma al precio que sus intereses.
Plataforma como Facebook se unieron al boicot de la entrevista, privando a millones de usuario de la misma de verla por ese canal.
Eso pone en alerta a millones de seres humanos que creían que con la emergencia de las redes sociales y del internet, se limitaría la censura, ahora surge un tipo de control que saca de las redes sociales lo que sus propietarios no quieren que se sepa.
Aun así, la competencia de Slon Musk, puso a su disposición la plataforma X, antigua Twitter para transmitir la entrevista y junto a otros grandes medios se rompió el record de audiencia, haciendo añicos el chantaje.
Con esa conducta vale preguntarse si Occidente es el paladín de la libertad de prensa como se mercadea, o si su cacareo a esta libertad es resultado del color de sus intereses en el momento.
