Lo último que debe perderse es la fe. Dicho de otro modo, la confianza debe ser un instrumento permanente para el éxito.
En los actuales momentos de vicisitudes y urgencias de salud, los dominicanos estamos obligados a mantener la fe. Y aceptar la condición previa de que nuestras autoridades realizan grandes esfuerzos por cumplir su misión.
Pero las autoridades de Salud Pública no son traídas de Marte. No son marcianos.
Hay una preponderancia jerárquica santiaguera, cibaeña, entre las autoridades de Salud Pública. Pero Santiago y el Cibao no son zona de exploración marciana.
Lo que pasa es que nuestra República Dominicana hace mucho tiempo, casi todo el tiempo, ha sido abandonada a su suerte en la totalidad de los requerimientos de cualquier pueblo para salir adelante.
En tiempos ya, casi prehistóricos, las culpas de nuestros males eran atribuidas, y con razón, a España
Pero nuestros males, nuestras deficiencias, carencias y menesteres, ya no son culpa de España, sino de nuestras propias incapacidades.
Nuestras autoridades de Salud Pública deben ser depositarias de toda nuestra confianza. Debemos tener fe en que se está haciendo el trabajo para enfrentar la pandemia del coronavirus. Eso, entre una multiplicidad de cuestiones fundamentales que esa dependencia tiene por delante.
Tengamos fe. Y pidamos a las gentes del Ministerio de Salud y de la Vicepresidencia de la República que saquen de abajo y mantengan los bríos. Todos estamos viendo lo que están realizando.
Adelante.
