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viernes, mayo 3, 2024

Cuba en la conciencia

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He defendido la revolución cubana -y sus logros- desde muy joven. Hoy, que no lo soy tanto, la sigo defendiendo como un principio frente a los constantes atentados en su contra no sólo por los Estados Unidos que históricamente ha pretendido engullirla como una sardina, sino contra sus enemigos internos -que unidos al imperio- han tratado de socavarla y destruir esa obra maravillosa del pueblo.

En la reunión de los intelectuales celebrada en 1961 el comandante Fidel Castro definió el papel y los alcances de la revolución frente a los intelectuales. Dijo, entre muchas otras cosas, de manera brillante: “Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad, que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades, que la Revolución no puede ser enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser”.

La obra artística durante los más de 60 años de la Revolución habla por sí misma. Como nunca antes en la historia del pueblo cubano florecieron tanto las artes, porque la Revolución ha permitido que florezcan las creaciones artísticas y culturales. La Revolución ha sido también cultural, jugando un papel la música, el cine, la pintura, la danza, etc. Enfrentando el bloqueo que no solo ha sido económico, ha sido, por igual, político y cultural con el objetivo de aislar por completo al pueblo y someterlo a penurias y sufrimientos que solo la conciencia del pueblo ha podido soportar durante tantos años.

En ese encuentro con los artistas, el Comandante pronunció unas palabras lapidarias que el pueblo cubano, que los intelectuales revolucionarios cubanos de hoy no pueden olvidar ni por un momento: “Esto significa que dentro de la Revolución, todo, contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie -por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera- nadie puede alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es bien claro.”

Y añade Fidel frente a los intelectuales de 1961: “¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo, contra la Revolución, ningún derecho”.

No se trata de un descubrimiento del comandante Fidel Castro. Es la lucha constante de lo nuevo y lo viejo. Lo mismo ocurrió con las revoluciones burguesas y el capitalismo en contra del feudalismo. Cada sistema lucha por existir. En el caso del capitalismo lo ha hecho a sangre y fuego asesinando a miles de millones de seres humanos. Lo mismo el esclavismo.

Estados Unidos les ha hecho la guerra a todos los países del mundo; en América Latina y el Caribe ha patrocinado todos los golpes de Estado, todas las dictaduras, todas las contrarrevoluciones con sus secuelas malditas de crímenes, desapariciones, torturas, encarcelamientos masivos, todos en nombre de la libertad y la democracia. Cuba logró zafarse del yugo imperial mediante una revolución que le devolvió su dignidad, su decoro, su independencia y su libertad, inspirado en la obra y la enseñanza del prócer José Martí.

El Imperio ha pretendido a lo largo de seis décadas destruir la Revolución, el Socialismo y los logros obtenidos a pesar del sabotaje, de la intervención militar grosera como la de Playa Girón, los atentados contra la vida de sus líderes, sobre todo contra Fidel Castro, sin lograr sus propósitos. Las campañas mediáticas a través de sus monopolios informativos no han cesado nunca. Recuerdo cuando una de sus famosas revistas dijo que Fidel Castro era uno de los hombres más ricos del mundo. Su respuesta fue: Si demuestran que tengo un peso fuera de Cuba, renuncio a mi condición de comandante en jefe de la Revolución. Lo cierto es que Fidel nunca tuvo dinero. Sobre la figura del Comandante y sobre la Revolución se montaron muchas campañas cargadas de mentiras; burdas y descaradas mentiras que muchos incautos compraron. El tiempo, el implacable, se ha encargado de desmentir.

Otra vez Cuba llama la atención del mundo por una campaña bien orquestada por sus enemigos encontrando eco lamentable en algunos artistas, intelectuales y gente del pueblo que por intereses particulares, y olvidando sus propias palabras y hasta su defensa a la Revolución durante décadas, le hacen el juego al enemigo, a la contrarrevolución.

Las protestas presentadas en los medios como multitudinarias que sirvieron para anunciar “el comienzo del fin” de la Revolución, no eran tales. Fueron montadas, pagadas para crear la percepción -falsa- de que la Isla se estaba hundiendo. Imágenes truqueadas, escenografías como las del cine, etc. La represión, las desapariciones, los asesinatos, no corresponden a la verdad. Un hecho pequeño lo convierten en uno grande en los medios de comunicación, una mentira en verdad, una protesta de cientos de personas la presentan como si fuera de millones. “El tiempo, el implacable” se encargará, como otras veces, de aclarar las cosas.

Cuba se encuentra en una situación económica muy difícil, es cierto. Como también es cierto que no todo se deba al bloqueo porque no se trata de una sociedad perfecta, como tampoco existe un sistema económico, político y social perfecto, pero hay que buscar las causas de la crisis cubana.

Si usted, valiéndose de su poder militar y de su influencia le impide a un pueblo que acuda a los mercados internacionales a comprar equipos para su industria, para la medicina, la agricultura; si le impide hacer negocios con otros países, a los que condenan si lo hacen, si lo acosa, si lo sabotea, si lo invade, si lo atropella todos los días, si no acepta su autodeterminación, ni soberanía, ¿cómo diablos puede tener éxito? ¿cómo puede el gobierno cubano darle salud, educación y buena calidad de vida al pueblo?

El bloqueo es un acto de genocidio, un intento por vencer al pueblo con el hambre, dijo con razón en una ocasión Fidel Castro.

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