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jueves, mayo 16, 2024

La tierra llora

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ha comenzado a colapsar, a vengarse de la raza humana por el maltrato a que la ha sido sometido durante miles de años, sobre todo desde la industrialización, extrayendo, irresponsablemente, carbón mineral, gas natural, petróleo, entre otros combustibles fósiles para utilizarlos en el desarrollo de los países y naciones sin tomar en cuenta las consecuencias.  

Las inundaciones, los sismos, los ciclones y las tormentas, el calor cada vez más sofocante, igual que las lluvias cada vez más destructivas provocando devastaciones, no son normales; ni Niña, ni el Niño, ni los vientos del Sahara, son normales; al contrario, son el resultado de los daños que le hemos hecho al planeta durante tantos años. 

Y seguimos actuando incompetentemente sacándole petróleo, carbón, gas natural y otros productos fósiles al planeta. La industria ganadera sigue en aumento a pesar de la contaminación que provocan las vacas. (Más que los autos) Los humanos seguimos destruyendo el planeta, que “cruje y se derrama como una vena rota”, como dijera el poeta Pedro Mir.  

Las cifras son aterradoras. Lo que ocurre en el lecho marino es inverosímil; el uso del plástico que ya forma parte de nuestra cadena alimentaria porque los peses lo consumen y terminan en nuestro vientre al consumirlo, la caza indiscriminada de ballenas, tiburones, delfines, manatís, etc., dibujan un panorama sombrío a corto plazo. 

Los políticos que dirigen el mundo, para los cuales sus intereses están por encima de los intereses de la propia humanidad, parecen no darse cuenta de que el apocalipsis está cerca, que el Armagedón del que hablan las “sagradas escrituras”, no vendrá en un carro de fuego para hacer un inventario de quienes merecen ir al cielo y quienes deben ir al infierno; vendrá en un catastrófico Tsunami o montado en un asteroide gigantesco para terminar con la vida como la conocemos hoy. Y cuando ocurra no tendremos tiempo ni para lamentarnos por haber estado ciegos para no darnos cuenta del daño que le hicimos al planeta. 

La República Dominicana, uno de los países potencialmente más afectado del mundo por el cambio climático, parece estar de espalda a lo que está sucediendo, permitiendo que los granceros, constructores, terratenientes y mineros hagan y deshagan con nuestros bosques, con nuestros ríos y con nuestras costas. El gobierno parece no tener la fuerza, ni la voluntad política para detener el crimen ecológico que se está cometiendo. Los ambientalistas precisan del apoyo de la población. Es el pueblo quien debe defender y proteger la flora y la fauna, porque de lo contrario corremos el riesgo de quedarnos sin vida. 

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