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jueves, mayo 16, 2024

Melómano:Pepe Luna, Alfredo Sadel y la nostalgia como memoria del corazón

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La nostalgia es la memoria del corazón y por ese motivo en esta ocasión quiero recordar a un personaje a quien aprecie mucho. Y digo aprecié porque guardó el temor de que a esta fecha ya no esté entre los vivos, porque he realizado infructuosos esfuerzos por localizarlo y han sido inútiles.

Su firma adorna la contraportada de mi primera novela “Los demonios no tienen color”, publicada bajo la Colección Literatura y Sociedad de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en abril del 2000.

Palabras elogiosas y sentidas en ese texto de contraportada de José Luna, un venezolano que emigró al país tras el amor de una mujer.

Pepe Luna, como era llamado por sus amigos, en su país natal había sido asesor de varios presidentes y llegó a la República Dominicana como marido o esposo de una hermana del ex senador por Hato Mayor Rubén Darío Cruz (conocido como Rubén Toyota).

Según las confidencias o anécdotas de Pepe Luna, él era primo hermano de Manuel Alfredo Sánchez Luna, conocido artísticamente como Alfredo Sadel.

Hasta llegó a asegurarme que en la época de colegio él, Pepe Luna, cantaba mucho mejor que su primo, conocido como el Tenor Favorito de Venezuela.

Nunca pude comprobar si era cierto que Pepe cantaba mejor que Alfredo Sadel, todo un fenómeno en el escenario y objeto de una de mis columnas.

Lo cierto es que junto a Pepe Luna disfruté de excelentes noches de bohemia, cerveza en mano, y de exquisitas conversaciones.

Hoy he vuelto a sostener en mis manos un ejemplar de ese mi primer parto, mi primera novela, y a releer las palabras de José o Pepe Luna.

Han pasado casi 23 años desde ese día en que sostuve con orgullo el libro y embriagado de emoción olisqué sus páginas (como suele hacer mi buen amigo el periodista Vianco Martínez Sánchez).

“Amor, desamor, erotismo, brutalidad, misterio… Todo se entremezcla (hasta el amor entre miembros de distintas razas) en un singular cuadro de la época, difícil de imaginar sin antes haber recorrido estas páginas”, citó a Luna en su texto de contraportada.

Y siempre coincidí con él, y lo agradecí, en que “Aunque ambientada en la época del cimarronaje que se produjo en el Nuevo Mundo, «Los Demonios No tienen Color» no es una novela histórica”.

Tremendo Pepe Luna cuando afirma que: “Amor, desamor, erotismo, brutalidad, misterio… Todo se entremezcla (hasta el amor entre miembros de distintas razas) en un singular cuadro de la época, difícil de imaginar sin antes haber recorrido estas páginas”.

Perdonen mi inmodestia al reproducir este último párrafo escrito por el supuestamente primo de Alfredo Sadel, Pepe Luna:

“Y aún, después de leído, difícil de juzgar, por las «ligaduras» ancestrales y actuales que, a través de la lectura, parecieran querer obligarnos a un posicionamiento, a una identificación con los demonios «blancos» o los demonios «negros». Si acaso llega Ud. a experimentar esta sensación, al final del libro, simplemente le bastará con recordar que «los demonios no tienen color”.

Como dijo Gilberto Monroig en una ocasión para introducir una canción que no era frecuente cantar en sus presentaciones, que lo hacía como el que no tiene nada programado en su repertorio, yo también hoy introduzco este tema, como el que no tiene otra cosa de que hablar.

Es que, repito, la nostalgia es la memoria del corazón y hoy quise recordar a José (Pepe) Luna y Alfredo Sadel, ambos venezolanos de pura cepa. El primero me deleitó con sus emotivas palabras en la contraportada de mi novela y el otro con su extraordinaria voz de tenor.

Pepe perdura en mi memoria con sus juicios, que exacerban mi vanidad, y Sadel con canciones como Ansiedad, Flores negras, Contigo en la distancia, Que me importa, Esclavo soy, Desvelo de amor, Lamento borincano y Granada, entre otras, que estimulan mi amor por el buen bolero. “Salud” para ambos, donde quiera que estén.

El autor es periodista, novelista, cuentista y poeta

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