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miércoles, mayo 15, 2024

El mecánico que odiaba ensuciarse las manos y su parecido con Luisito Rey

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Siempre le encontré a José Miguel Abreu, quien falleciera de un infarto fulminante hace algunos años, un parecido con el cantante español Luisito Rey, cuyo nombre de pila era Luis Gallego Sánchez.

José Miguel vivía en el ensanche La Fe y era mecánico, con la peculiaridad de que le molestaba ensuciarse las manos y por ese motivo exigía, sin éxito en la mayoría de los casos, que los dueños de vehículos lo lavaran antes de llevárselo a revisar.

Además de mecánico, a José Miguel le gustaba tocar la guitarra en su rato de ocio. La mutua pasión por la pesca fue la responsable de nuestra entrañable amistad, ya que primero fui amigo de su hermano, el dirigente político Darío Abreu, cachanchán de Fello Suberví.

José Miguel se convirtió, sin saberlo, en un personaje de mi novela “El hombre que no podía morir”, publicada en 2004 por Editorial Gente. Y por él, el nombre de Luisito Rey es recurrente en las páginas de la novela. Ese parecido, que tal vez nunca existió, se convirtió en la otra cara de la moneda de ese personaje.

No exactamente con esas mismas palabras, pero Valerie Hemingway dijo en una ocasión que cada escritor pone parte de su carácter en los personajes que crea y quizás el personaje de José Miguel acarré un poco de lo que soy y de lo que él fue en vida.

Para no darle más vueltas al asunto, en esta ocasión me voy a referir a Luisito Rey, cantante, compositor y guitarrista español, nacido en Cádiz, el 28 de junio de 1945 y fallecido en diciembre de 1992, el mismo año en que murió La Lupe.

Además de Luis Miguel, conocido como “El Sol de México”, Rey tuvo dos hijos: Sergio y Alejandro Basteri.

La desastrosa vida de Luisito Rey, que muchos culpan de la trágica niñez, carácter y las actitudes de Luis Miguel, no vienen al caso. Eso se lo dejo a su biógrafa no oficial, la periodista Luisa Oceguera, quien publicó en 2021 “La historia detrás de Luisito Rey” (Editorial Planeta).

A Luisito Rey se le puede aplicar la máxima de “de tal palo, tal astilla”, ya que sus padres (Rafael Gallego Rey y Matilde Sánchez Repiso) eran cantantes de flamenco y él estuvo a punto de seguir esa misma senda, ya que con ese género musical ganó el primer lugar en un concurso en España, con lo que arrancó su carrera artística.

Durante mucho tiempo, las canciones de Luisito Rey, sobre todo, “Éxito”, eran las preferidas de los novatos para participar en los concursos de canto.

Indiscutiblemente que en el país Luisito Rey tuvo un gran éxito y aún hoy en días sus canciones se pueden escuchar en los programas dedicados al bolero.

“Mi pueblo ya no es mi pueblo” se convirtió en un himno para todo aquel que regresa a su pueblo luego de una larga ausencia y, como es natural, lo encuentra cambiado. Y a mí me inspiró el cuento “He vuelto, Bienvenido Matías”, pues me tocó ser testigo de la transformación que experimentó Pedregal, un campito en Jarabacoa, donde viví los más hermosos años de mi vida.

Y cómo olvidar canciones como “Frente a una copa de vino”, “La gran ciudad”, “Loco”, “Como han pasado los años”, “Soy como quiero ser”, entre otros.

Sin importar la extraña desaparición de Marcella Basteri Tarrozzo, la esposa y madre de sus hijos y la tragedia heredada de Luis Miguel, este viernes bohemio es ideal para escuchar a Luisito Rey con o sin una copa de vino, disfrutar de su estilo único, sentido.

En este recorrido semanal por la memoria, por la nostalgia, recordaré a José Miguel Abreu, el mecánico que odiaba ensuciarse las manos, el personaje trastocado de mi novela que quizás nunca lo supo, y brindaré por él y por buenos amigos que me han acompañado en trajinar de la vida, escuchando las célebres canciones de Luisito Rey.

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