Quien quiera comprobar lo que significa una cultura de optimismo entre los dominicanos de todos los niveles sociales y económicos, que salga a la calle y pregunte: ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?
Es reconfortante que ante esas preguntas personales todo el mundo responde: ¡ …Tamo bien! Habrá quien agregue de inmediato un breve “¡Gracias a Dios!”
Sobrarán interpretaciones y teorías sobre esa realidad nuestra. La verdad es que a nuestras gentes no les gusta exhibir sus amarguras, sus derrotas. Estar mal de salud es un mal que afecta circunstancialmente a todos. Pero nuestra cultura y uso no hace que la generalidad de los enfermos confiese que está mal, muy mal. Suelen confesar que estamos mejorando. O, estamos ahí, ahí.
Es por eso que no se entiende que alguien que vaya por esos mundos de Dios pregonando que al pueblo se lo está llevando el diablo, pretenda con esa actitud ganar seguidores.
Numerosos estudiosos de las actitudes, de la conducta, están sorprendidos por el estilo de hacer campaña electoral sobre la base de resaltar dificultades, y no ofrecer opciones o perspectivas de mejorías factibles.
Muchos políticos no se dan cuenta de que la gente, los votantes, siempre que les preguntan cómo se sienten, cómo está la cosa, qué se dice, no lo piensan dos veces para responder que ¡…Tamo bien!
La actitud positiva genera esperanzas. La actitud negativa mirando al futuro, genera desgracias, tragedias.
Da gusto que sea así. “Vecino, cómo se siente; hermano, cómo se siente, cómo está la cosa”.
Uno se va y se queda frizado en esa respuesta: ¡…Tamo bien!.
Estamos bien quiere decir que nadie mira hacia atrás. Aunque se sienta
estático. Pero bien. Y no es por resignación, porque la vida es material.
Y estar vivo es una gran cosa.
Verdad de verdades. ¡…Tamo bien!
“¡…Tamo bien!»
