28.2 C
Santo Domingo
miércoles, mayo 1, 2024

¡Mi grito!

Las más leídas

Parecería que los gobiernos de nuestros países, llamados en vías de desarrollo, conforman corporaciones que fortalecen sus economías  afincados en nuestras remesas, y con el evidente apoyo de una desfasada partidocracia.

A diferencia de nuestros peloteros y otros atletas que son exitosos en el exterior, nosotros, a conveniencia de quienes nos narigonean, también lo somos. Engrosamos sus maltrechas economías, fruto de malas artes y toda una estela de latrocinios.

Exaltar a la que ahora insisten en llamar diáspora, a la que también pertenecemos profesionales que hemos abandonado el país, no es más que un premio de consolación; es un edulcorante.

Incluso, la denominada “fuga de cerebros” en la que nos incluimos, aunque ejerzamos un oficio liberal, no científico; es una excusa para justificar nuestra azarosa vida de inmigrantes. Es una forma de distraernos, y bien soportar nuestras carencias.

Así como en nuestras venas abiertas, los imperios también tienen un origen que tiene que ver con los abusos y explotación de nuestros pueblos; del mismo modo, los gobiernos, lacayos de los primeros, en un efecto dominó; se sostienen con los resultados de los esfuerzos laborales de los emigrantes. En ello, los periodistas y nuestros familiares, aportamos nuestra cuota.

Y nos preguntamos: ¿se justifica que estemos atravesando por diversas penurias en el exterior y vernos impedidos de por lo menos de vez en cuando, visitar nuestro país, por falta de recursos económicos y  hasta de alojamiento? Al margen de fanatismos, confirmamos una vez más que, desde el 1992 a esta fecha, para nosotros, el cambio deseado no ha llegado.

Y otra vez reiteramos, para nuestros gobiernos tradicionales, los cambios y la aplicación de justicia, son el resultado del sometimiento de un litoral político contra otro, y nada más. Seguimos encharcados; la instrucción, educación y principios que nos inculcaron nuestros mentores fueron errados. Tenían que adiestrarnos para ser corruptos y adaptarnos al sistema.

Como profesionales, ni siquiera merecemos que se nos tenga en cuenta, ni en las políticas públicas ni en los organismos que deben apoyarnos. Si uno ni coquetea ni está inserto en ciertos grupos; y mantenemos un bajo perfil libre de cabriolas ancilares y diversas modalidades de corrupción; se nos excluye.

 El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Lo último