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sábado, mayo 4, 2024

Marketing político y la imagen política que evoluciona

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“Como otras herramientas manipulativas, el framing es de vital importancia para los grupos de poder, a los que permite presentarse como responsables de las cosas buenas y positivas, lo mismo que culpar de las malas y negativas a terceros actores o hacer que sean percibidas como intrínsecas a la naturaleza humana”. (Pedro Baños: El Dominio Mental).

La política es el espacio humano donde más se mueven los intereses. Ella abarca las tres dimensiones, motivaciones que envuelve a la naturaleza humana: el poder, la riqueza y la influencia. El poder viene a ser así, en el marco del trípode, el eje transversal. El poder dimana, se deriva como elemento sustancial de las relaciones de poder.

El poder, como todo ente donde interactúan los seres humanos, sobre todo en una democracia, ha de estar regulado para que las actuaciones, acciones y decisiones tengan un elemento referencial y unos límites donde nos iguale en el marco institucional. Esas regulaciones y controles configuran unas normas, unas reglas, sobre las cuales fluyen las expectativas del juego del poder.

Las instituciones, como todo en la vida en sociedad, han de trillarse el camino de esas reglas y normas. De ahí que los individuos como los grupos organizados obedezcan las mismas en función de tres elementos cardinales:

1)    Convicción.

2)    Responsabilidad social.

3)    Consecuencias.

La convicción es el núcleo medular de la internalización del marco normativo, de la comprensión y entendimiento para que, como sociedad, podamos interactuar con cierta efectividad, calidad y eficiencia, con cada uno de los congéneres. La responsabilidad social es el impacto de la no asunción de las normas establecidas. Es el elemento referencial. Imagínense a varios partidos políticos queriendo desconocer la Ley 33-18, que ellos mismos aprobaron en 2018.

Partidos que han dirigido el Estado y quieren volver a gobernar, postulando exegesis de la referida Ley fuera de su contexto y realidad. La admonición de la Junta tenía su razón de ser, como la Resolución 53-23 del 28 de agosto del presente año. Las sentencias del Tribunal Constitucional no anulaban los ocho numerales del Artículo 44, solo anulaban los numerales 4, 6 y 7, no así el 1, 2 3, 5 y 8 que son los que contienen las prohibiciones de vallas y caravanas.

Nos preguntamos ¿por qué tanta manipulación, fake news, alrededor de una precampaña que contiene sus límites? ¿Por qué no esperar la proclamación de la campaña que no tiene límites y que durará alrededor de 4 o 5 meses, dependiendo cuando la Junta la emita? Una democracia conlleva una negociación eterna sobre las disputas de los distintos intereses que contiene; empero, la base de su desarrollo ha de estar siempre sobre la validación, objetividad y confiabilidad de las reglas establecidas. De la base legal y de la legitimidad de sus acciones frente a la sociedad. Consenso aquí, no es que, de 35 partidos reconocidos por la Junta, 20 estén de acuerdo con X o Y decisión. Consenso es el cuerpo doctrinario que deriva del Artículo 212 de la Constitución, de la propia Constitución y del reglamento y resoluciones evacuadas. La misma institución que controla y supervisa a los partidos está reglada, normalizada y tiene que regirse a la luz de las normas.

Si la Junta Central Electoral tiene razón con la aplicación de la Ley 33-18 en su Artículo 44, numerales 1, 2, 3, 5 y 8, ¿cómo es que varios partidos dicen que ella atenta contra la democracia? ¿Cómo es que ellos señalan que van para la Plaza de La Bandera (simbolismo no adecuado para ellos), teniendo como marco institucional al Tribunal Superior Electoral? El gran maestro Maquiavelo escribió “La causa de la buena o mala fortuna reside en su capacidad de acomodar su proceder a los tiempos”.

Los actores políticos de esos partidos están olvidando que no tienen todo el poder que llegaron a tener, un miembro del Comité Central dirigiendo ese importante órgano extra poder. Que la sociedad dominicana no es la misma a partir de 2017 y apuntalada en febrero de 2020. Una sociedad que fluye en una transición cargada de matices, que valora el peso de las diferencias en el manejo del Estado y de las instituciones. Hay una carga emocional de la decencia que tipifica en tan poco tiempo, un antes y un después. Es poco, empero, de tanto anhelar y en bullicio de frustraciones, se ha convertido en una línea icónica de esperanza redimida.

El proceder es otro, donde no caben las bravuconadas, los rostros de pitbull, ni las conceptualizaciones revestidas de manipulaciones y mentiras. Los expertos en marketing político esbozan “que todo lo que hace y dice un político es motivo de valoración y cuanto haga será enjuiciado para la conformación y elaboración de su imagen personal pública”. Las imágenes, expresión de símbolos y signos que se ven en los ojos, en las expresiones faciales, en los movimientos de los cuerpos, en las formas de las voces, de los actores políticos de los distintos partidos, donde todos quieren hablar cuando acuden a la Junta.

Aluden a una sintonización de frecuencia distorsionada del cuerpo social institucional ¿Que síndrome los arropa que no entienden el alcance del tejido institucional? ¿Es el síndrome de Ottinger expresado en un relato dramático cosificado? Los partidos políticos están pergeñando en un vacío, que en su relato vierten toda una trivialidad, puerilidad, nimiedad, que nos dicen en la praxis la poca atención que prestaron en el dominio del Estado. Su narrativa es una especie de vierteaguas de la reciente historia. Su hegemonía y dominación le generó no solo muchos síndromes, sino los Hubris más profundos en la adicción al poder.

Todo este drama en contra de la Junta para restarle credibilidad, confianza, conforma un telúrico del marketing político que le genera varias causas a favor de los que subvierten la institución: 1) Quieren aposentarse como que ellos son los que dirigen y en las relaciones de poder determinar más allá de las reglas y el “consenso” de pasar con sus consentimientos. 2) Le sirve de plataforma de marketing político para visualizarse de manera recurrente; 3) Desde un plano de “subordinación” electoral pretenden una “supremacía” que no ostentan. En consecuencia, presentan una imagen distorsionada de la realidad. Usan de manera inadecuada aquella frase de Mao Zedong “Una imagen vale más que mil palabras”.

Sencillamente, los partidos pretenden agrietar a la Junta, y no con ejemplos positivos, del respeto a las normas que ellos mismos hicieron. Ya lo decía de nuevo Maquiavelo: “Nada proporciona a un príncipe tanta consideración como las grandes empresas y el dar de sí ejemplos fuera de lo común”. El marketing político es una técnica que permite dirigir una campaña política. El marketing político ha de tener una visión holística, pues abarca la ciencia política, el marketing, la psicología, la sociología (investigación), la comunicación. Para el marketing político, la opinión pública es lo que cuenta y sin información efectiva no puede haber estrategias válidas y fructíferas.

Desde esa perspectiva, los actores políticos no se dan cuenta que la sociedad no quiere, no desea, campañas tan largas, tan ruidosas y con tanta contaminación visual. Cuando vienen personas del extranjero se asombran de las vallas por todo el país. Cuando me preguntan cuándo son las elecciones presidenciales y respondo en mayo de 2024, la sonrisa de ellos, sin palabras, me causa un escozor de afrenta, de deshonra, que cuasi me ahuyenta. El Periódico Acento hace tres semanas contó desde el peaje de Las Américas hasta Bávaro, 117 vallas alusivas a los candidatos: Abel Martínez un 49.8%, Abinader un 24% y Leonel un 17%.

Los actores políticos no quieren darse cuenta que, así como la sociedad evoluciona y cambia, así ha de darse la imagen política que ha de transformarse, que tiene que ser coherente. Que la imagen viene del latín imago, que asume la visión de representación. Del griego eicos que significa icono, retrato. La imagen que se expresa e irradia, es la persona, es el político. Ella tiene una condensación: es como la combinación de cabeza, cuerpo y extremidades. Para Dominique Wolton, la imagen “es omnipresente tanto en la vida privada como en la vida pública, la imagen que irradian los dirigentes políticos organiza la trayectoria de sus destinos, hace y deshace los poderes en los que se mueve, se extiende hasta el infinito las fronteras de lo imaginario y amalgama la realidad y la ficción entre la ciudadanía”.

La imagen es, al final de cuentas, “el mensaje que un político transmite en un momento y lugar determinado, y es la percepción que la gente tiene de dicho mensaje y de dicho político”. Las imágenes se construyen y se fracturan con el tiempo, sobre todo, si la práctica política y el discurso no fueron armonizados. El desbalance entre el discurso, el pensar y el hacer, entre el pensamiento y la acción, genera una disrupción que pasa la factura Las acciones axiológicas que demanda la sociedad actual, trascienden las acciones teleológicas, afectivas y rutinarias.

Ahí descansa la percepción que encontramos en la mayoría de las encuestas: el deterioro de la evolución de la imagen y la incompatibilidad de la mayoría de los dirigentes entre su personalidad, su carácter, su temperamento y conducta social. ¡El tiempo pasa factura cuando se descubre lo que son! Como nos dice Pedro Baños “Está demostrado que se puede cambiar la percepción de la audiencia o del lector únicamente cambiando ciertas palabras en los mensajes, aunque el resto del texto se mantenga igual. Así sucede, por ejemplo, en algunas noticias sobre el tema del aborto al sustituir: feto por bebe, pues se generan así más reticencias a la hora de apoyar el aborto libre”.

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