La honestidad personal del presidente Luis Abinader y su actitud de castigar la corrupción, es lo que lo diferencia de los PLDs y lo hace superior a estos.
Es una diferencia importante.
Pero coinciden en mantener el país en el mismo modelo económico, social y político, que beneficia a la oligarquía. Privatización y endeudamiento externo incluidos.
Puede que la política de caridad pública del presidente Luis Abinader también sea superior. Los bonos y tarjetas que se conceden a grupos sociales son de mayor monto de dinero. Puede que si. Habría que analizarlo en concreto.
Pero la cuestión que convoca a definiciones valientes es que la derrota a la corrupción el 5 de julio del 2020, debió abrir puertas y rutas hacia una nueva transición democrática; o por lo menos sentar las bases, un punto de partida a un nuevo rumbo económico, político y social. Y no ha ocurrido.
Ni parece que ocurrirá, cuando se observan las líneas gruesas de la política pública del gobierno. Las señales instaladas en casi cuatro años, dicen que el curso a seguir mantendrá el país en el mismo esquema conservador, de riqueza y poder concentrados en pocas manos; por cuya superación tanto se ha luchado antes y después de Trujillo.
Se mantiene la trampa económica al país y la nación, y el cepo politico al pueblo.
Descontando la vigencia de las libertades públicas, y la puesta en garantía de la honestidad personal del presidente Luis Abinader en el manejo de la cosa pública; siguen siendo los mismos en esencia los elementos que constituyen la problemática nacional.
Por eso, tenemos que ir por más. Con la Maestra Maria Teresa Cabrera a la presidencia de la República, en la boleta 14 del Frente Amplio.
Hay que proponerse avanzar hacia un nuevo modelo; abrir una nueva época politica en el país; con el cuidado extremo de que no haya retroceso al imperio de la corrupción que tanto daño hizo a los principales atributos de la República.
Que hizo daño a las instituciones públicas, desacreditándolas; a la moral colectiva, imponiendo el valor del mal ejemplo; y a las posibilidades de desarrollo y bienestar de las mayorías, desviando dinero público a fines personales cuando debieron ser invertidos en el desarrollo nacional.
Hay que seguir adelante.