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jueves, mayo 2, 2024

La ambición de dinero y de poder

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La ambición de dinero y de poder ha sido objeto de muchos estudios, como fenómeno psicológico y sociológico. Como tema de estudio ha intrigado a las cátedras universitarias a lo largo de la historia. Esa fuerza irrefrenable que impulsa la agenda diaria de muchas personas a buscar más y más, sin ninguna meta como límite. La ambición desmedida por el dinero genera actos contrarios a la ética, la moral y las buenas costumbres.

El ambicioso busca tener porque ‘tener’ es más importante, para él ‘ser’. Muchas veces sin importar las consecuencias negativas que casi nunca ocupan un punto en la agenda de la avaricia. Lo que importa es ‘tener más dinero y más poder’. Esa obsesión llena de luces ilusorias el camino y produce ceguera que no deja ver la posibilidad del fracaso moral con todas sus consecuencias negativas.

La ambición de dinero y de poder, bien administrada puede motorizar el impulso a superar obstáculos, a trabajar arduamente y a persistir en la realización de sueños. Puede ser una chispa, que utilizada con moderación ilumine el camino hacia el éxito, hacia la cima de una vida organizada dentro de los límites de la prudencia. Pero, si no se establecen controles, la ambición provoca destrucción porque dejan de importar los valores éticos y los derechos de los demás.

Desde que la humanidad inició la etapa gregaria en el clan familiar, hasta el umbral de nuestros días, la historia ha sido testigo de innumerables episodios de ambición de dinero y de poder, arrastrando a sociedades enteras hacia los estadios escabrosos del dolor, la miseria y hasta la muerte de civilizaciones enteras. En el fondo de cada guerra encontramos un motivo económico.

La ambición es un constante sentimiento de insatisfacción. Cada vez que un ambicioso alcanza algo, no lo mira como una meta alcanzada sino como una pausa en el camino hacia el siguiente objetivo. El avaro nunca alcanza la felicidad completa, siempre tendrá dentro de su psique una  sensación de vacío emocional, por esa razón deja a un lado lo conseguido para buscar la gratitud en otras cosas que cuelgan en los anaqueles de las tiendas de bisutería.

En el camino de la ambición es importante buscar el punto de equilibrio entre la avaricia y la cautela. Hay que medir el impacto de las acciones que generan la acumulación de cosas. La ambición puede ser una fuente de motivación y también un camino hacia el fracaso. Hay que medir las acciones, que la ambición sea guiada por principios éticos y valores morales sólidos, para no perjudicar nuestro entorno social.

La humildad y la prudencia son antídotos para frenar la pasión de la ambición. Con esas dos premisas se puede cultivar la autodisciplina y desarrollar un criterio humano del significado del desarrollo personal sustentado en la acumulación de cosas materiales.

La humildad y la prudencia ayudan a reconocer el límite necesario de cada logro alcanzado y apreciarlo como una bendición para amortiguar la vida, para que después de lo necesario no se ambicione más. El éxito no depende de conseguir más riquezas y poder que los demás, sino que lo alcanzado en el camino de nuestros propósitos vitales, amortigüe el significado de la justificación de nuestra conciencia, porque como dijo el poeta: “un manjar puede ser cualquier bocado, si el horizonte es luz y el monte un beso”.

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