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miércoles, mayo 1, 2024

Experiencias vividas VIII

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Lo que cuento de mi vida está lejos de pintarme de héroe, al contrario. En 1959 me había matriculado en la Universidad de Santo Domingo. Para esa época, todo adulto tenía que portar lo que la gente bautizó como » los tres golpes» que lo componían la cédula, de identidad, la inscripción al Partido Dominicano, (el partido de Trujillo) único permitido, y el permiso de conducir, tal era el grado de control que prevalecía en la población.

En una ocasión, terminé las horas de clases a las 10: OO p.m., me di cuenta que carecía de los 10 centavos de regreso en algún carro público, desde la Zona Universitaria hasta Ciudad Nueva, donde vivía. Los compañeros se habían marchado, así que no tuve más camino que hacer la travesía a pie.

Tomé el camino del Malecón y cuando llegué a la esquina con la av. Máximo Gómez me detuvo un agente de inteligencia y me preguntó para dónde iba. Le dije y me respondió: -no puede seguir.

–¿Por qué?, le pregunté. Me respondió: «El Jefe está tomando fresco y está prohibido interrumpir su descanso».

La opción era devolverme o marchar hacia el norte hasta donde no hubieran caliéses, lo cual era una aventura que podría requerir no sé cuantas cuadras. ¿Estaba yo en condiciones de exigir mi libertad de tránsito? Si ud. piensa eso, se ve que no conoce lo que era la dictadura trujillista.

Yo sí. Poco tiempo atrás mi primo Nelson tenía un carro por ser vendedor de la compañía Colgate Palmolive y como a las 8.00 p.m. entramos a un club que había en la calle 19 de Marzo, para pasar un rato. Intentó Nelson de parar su carro en el parqueo y el guardia lo impidió. Nelson le dijo ¿y ese carro que está ahí? !Anja!  ¿Ud. no sabe cuál es el carro de Radhamés Trujillo? Nelson le dijo si él puede también yo. Obviamente terminamos presos y conducidos a una oficina de la policía que quedaba en la Avenida José Trujillo Valdés, el padre de Trujillo, que por ese hecho merecía una de las calles principales de la ciudad. Hoy es la Av. Duarte. Ese personaje fue acusado de ser ladrón de caballos en sus inicios como delincuente igual que lo fue su hijo.

Eran como las 3:00 a.m. cuando llegó un coronel de la Policía Nacional y al ver en una celda ese par de blanquitos, nos preguntó el porqué de la prisión y le dijimos una corta y otra larga del porqué. No era para repetir el error. Qué apellidos pregunto. Nelson le dijo que era hijo de Ramón Taveras.

El oficial le preguntó si era el propietario de una tienda ubicada en la av.  Bolívar? Nelson confirmó y esa fue nuestra salvación, porque el coronel había comprado a crédito un juego de muebles en esa tienda, y juzgo sabiamente, que no era prudente encerrar al hijo de su acreedor. Nos despachó, no sin antes agradecer del Jefe su protección a la juventud.

 

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