En nuestra contemporaneidad, escribir un artículo, aunque sea ocasionalmente, requiere de cierto temple y paciencia. Es harto difícil, sobre todo, cuando nuestros escritos se diferencian de los que son convencionales.
Los que exponemos nuestros criterios de un tirón, ya sea guiados por tradiciones orales u orientados por simple instrucción, hacemos un esfuerzo intelectual mayúsculo. Y, en un país tan politizado (para nosotros con ‘politinitis’), si no estamos contestes con el sistema; nuestra tarea es más tortuosa.
Si tuviéramos la virtud de Federico Henríquez Grateraux, que las cosas sencillas y cotidianas de la feria de sus ideas las hace esplendentes; y el talento de Efraím Castillo, que ausculta hemistiquios y nos adentra en otros meandros intelectivos; tendríamos un idóneo recurso.
Si no contamos con esas herramientas, los que sólo escribimos muy esporádicamente sobre asuntos de nuestras políticas públicas porque, aunque no seamos indiferentes, no nos interesa adentrarnos en ese mundillo de farsantes, prácticamente penetramos a un dédalo.
En otras palabras, si no poseemos la vasta cultura de los intelectuales precitados y nos resistimos a elaborar, con regularidad, artículos sobre el acontecer político de la partidocracia, y el gobierno de turno; persiste la ansiedad de elaborar uno que resulte publicable y bien digerido por los lectores.
Tal vez nos limitamos a escribir para decir presente: “¡aquí estamos, en Nueva York!” Pero no es suficiente cuando, “desterrados”, y a la distancia; observamos un conglomerado en el que articulistas y otros opinantes, no toleran nuestras disidencias.
No nos oponemos a la simpatía política de nadie. Lo que no creemos saludable a la democracia y al libre pensar, es la actitud de sectores que, regularmente, cambian de chaqueta según los vientos. Han defenestrado el radicalismo auténticamente dialéctico de décadas pasadas. ¿Incursionamos en un verdadero cambio?
Por lo antes expuesto, se fortalece nuestro criterio de escribir sobre actos cotidianos y conductas e incidencias sicosociales que, por lo menos, conforman ejemplos que resultarían paradigmáticos para cimentar una mejor sociedad.
El autor es periodista, miembro del CDP en Nueva York, donde reside.
