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viernes, mayo 10, 2024

40 años de cine  en la UASD  I

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El hombre larguirucho, como un quijote, llevaba un letrerito entre sus manos que rezaba “Estudie cine, hágase famoso”. La frase fue suficiente para que yo le siguiera y me matriculara en la carrera de Artes Cinematográficas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Corría la mitad del año 1979 y yo iba a estudiar periodismo para ponerme del lado de la justicia y de los más necesitados. “Vamos a hacer un periodismo de trinchera, combativo y sobre todo, honesto y ético”.

El estudiante del letrerito era Juan Hubieres del Rosario, que tiempo después se convertiría en un sindicalista importante del transporte público, para más tarde, declararse empresario propietario de guaguas y otros vehículos. Juan Hubieres del Rosario se graduó, siendo de los pioneros de una carrera sin visos de futuro. Hizo algunas exposiciones fotográficas, impartió algunas clases y consiguió una curul como diputado en el congreso de la República.

Recuerdo que en uno de esos vaivenes de la carrera de cine, fue invitado, no recuerdo ¿por qué razón o quién lo hizo?, Ignacio Ramonet, que con su tufo europeo, nos maldijo, afirmando que ninguno de nosotros sería cineasta, que no veía cómo una universidad sin recursos o un país sin industria cinematográfica, se había inventado eso de “una escuela de cine”. Ramonet nos echó, no un cubo de agua fría como suele decirse, más bien, una palangana de agua caliente con restos de brea.

Sin embargo, estábamos dispuestos a seguir, y contra todo pronóstico u obstáculo, continuamos con ese sueño de “hacer cine” en una nación sin cimientos cinematográficos. No había fondos económicos ni incentivos de ninguna índole, de nadie. El Ministerio de Cultura o DGCine era una quimera por la que nadie apostaba, en la que ni siquiera se pensaba. Para que se tenga una idea, “Pasaje de ida”, del director y guionista Agliberto Meléndez, se realizó en 1988 con fondos propios.

Cuando le decías a alguien que estudiabas cine, lo primero era que no conocían ni sabían de la carrera, acto seguido como un rictus inesperado, se encogían de hombros, desorbitaban los ojos con si lo fueran a escupir hacia afuera, y de inmediato venía la sentencia: “¿Y de eso se puede vivir, muchacho?”.

En octubre de 1983 salieron los primeros egresados de la Escuela de Cine, Televisión y Fotografía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo: “Técnico en Artes Cinematográficas”, rezaba la certificación de la Alta Casa de Estudios. Juan Bautista Sánchez Zabala, Agustín Cortés Robles, Josefina Montolío Payán, Juan Hubieres del Rosario, Plinio Higinio Inoa y Manuel de Jesús Madera fueron los seis valientes que parió la escuela.

A partir de ahí se producirían otras graduaciones sucesivas hasta la fecha. Todos los egresados con sueños vueltos imágenes, sonidos, ilusiones, frustraciones, surrealismo, realidad. Algunos lograron insertarse en el mundo audiovisual a través de la prensa escrita con la crítica cinematográfica, (muy activa por esas fechas); otros fueron a la televisión a laborar en la realización de programas y los más avezados, a las productoras de anuncios publicitarios.

La historia apenas comienza. Una segunda entrega tocará temas de luchas internas por el control de la nueva carrera de cine, por la sobrevivencia de la misma al no tener suficientes estudiantes y anécdotas pintorescas de estudiantes, pero también de profesores.

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