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viernes, julio 5, 2024

Experiencias vividas XXIII

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Después de pasar a ser profesor invitado de la Universidad de Durham en el norte del Reino Unido por aproximadamente dos años, me imbui de un impulso de regresar a mi lar nativo hasta el grado de rechazar el Doctorado que en 1 y 1/2 mes más de espera, de instrucción  me ofrecía Norman Long. El mal fue menor, porque la Universidad de Leeds, en el Depto. de Geografía me ofreció en ese preciso momento, una posición de Research Fellow para trabajar junto al Dr. David Preston, en Ecuador.

Ese nuevo entorno me obligó, junto a él, a recorrer las diez provincias de La Sierra, desde Loja al sur, cerca de Perú, hasta la de Azuay, al norte, al borde de Colombia.

En la comunidad de  Quilanga, en el Cantón correspondiente, vivimos junto a nuestras familias. Allí en los años de la década de 1975, el único vehículo que llegaba a la comunidad era el del correo. A partir de nuestra presencia, los dos de nosotros. El de David Preston una yipeta y el mío un VW, facilitado por el Ministerio de Agricultura de Ecuador.

El motivo de nuestra presencia, por parte de la Universidad de Leeds, era una propuesta del gobierno de británico de colaboración en materia de investigación, a cargo del dpto. de Geografía de la Universidad de Leeds que intentaba explicar que ocurría en materia en aquellas comunidades donde las autoridades del Censo Nacional de Ecuador indicaban que existían lugares donde los últimos censos señalaban que esas comunidades perdían, población, en vez de crecer como es lo natural.

Primero hicimos un recorrido por las 10 provincias de La Sierra, es decir, las de las poblaciones de Los Andes ecuatorianos de Sur a Norte, y luego seleccionamos lugares donde hacíamos convivencia con los lugareños y realizamos un cuestionario entre la población referente a la historia de la comunidad, quienes se dedicaban a la agricultura, o a otros menesteres, quien adquiere  la tierra que vendían los emigrantes, hacia donde se marchaban, porque hacía tales lugares y muchas preguntas por el estilo.

Después, era nuestra obligación entregar al Ministerio de Agricultura un informe previo, de nuestras interpretaciones, de modo que se permitiera formular una política apropiada para retener la población que se marchaba o sacarle provecho a los ingresos que percibían por sus nuevos empleos.

Nuestra vivencia en  Quilanga, fue probablemente el hecho más relevante en la comunidad en los últimos años  y los niños curiosos no paraban de ver la conducta de esos extranjeros extraños. Se sentaban horas enteras frente a la puerta de la vivienda para registrar nuestras conductas y seguramente contarles a sus padres.

Recuerdo el humor británico de David, cuando llegamos a la comunidad de  Quilanga          en que los habitantes vivían, en una especie de plaza, sumamente empedrada, algunas de las cuales tenían el tamaño de un vehículo que hacían intransitable la zona. Y me comento: No sé porque no ponen un letrero para establecer el límite de velocidad …

Gerardo, mi hijo, que tenía  cuatro años, en ese polvoriento lugar, adquirió una irritación extraña que me obligó a acudir a la ciudad de Loja y buscar ayuda médica. No olvido lo que el médico hizo para tranquilizarme. Ud. viene de Inglaterra, donde ese niño nunca se vio obligado a desafiar todos los microorganismos que ahora en  Quilanga no tiene defensa para los de aquí, déjelo que se contagie y adquiera sus propias defensas, no me recetó ningún ungüento, ni medicamento y póngalo a jugar con los otros niños. Santo Remedio.

Continuará …

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