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jueves, junio 20, 2024

Melómano:Jorge Cafrune, el folclorista por donde peregrina la tristeza del gaucho argentino

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Necesariamente hay que insistir en eso de la música de que “para los gustos se hicieron colores”. Entiendo que la buena música es buena música, valga la redundancia, sin importar el género y por ese motivo nunca denigro a ninguno de ellos.

Con las personas que comparto mi pasión por el bolero y, sobre todo, por el karaoke, las hay que le gusta la música folclórica, esa que describe la cultura y costumbres de los pueblos; las canciones que encierran un profundo significado poético y otros esos boleros o baladas que van al grano, de pocas estrofas, pero que describen de manera precisa un estado del alma, desnudan los sentimientos (amor o desamor) en unas pocas letras.

En mi entorno existen unos melómanos muy peculiares, ya que prefieren a un grupo de artistas conformado por Joaquín Ramón Martínez Sabina o simplemente Joaquín Sabina, Facundo Cabral y Alberto Cortez. Esos de muchas letras en sus canciones, que se auxilian de expresiones poéticas, que rompen el molde.

Otros, como yo, que, aunque escuchan de todo, se inclinan por las canciones de Gilberto Monroig, Javier Solís, Marco Antonio Muñiz, La Lupe, cuyos temas van directo a remover las heridas del desamor o avivar las llamas de la pasión.

Pero también aquellos que se van a lo folclórico y gustan de Héctor Roberto Chavero, mejor conocido por el nombre artístico de Atahualpa Yupanqui (1908-1992) y Mercedes Sosa (Haydée Mercedes Sosa, 1935-2009).

Con este artista folclorista creo pretendo hacer justicia, porque me parece que aquí solo un segmento muy pequeño de la población amante de este género musical lo conoce.

Se trata de Jorge Antonio Cafrune Herrera, el cantante folclórico argentino conocido por Jorge Cafrune. Nació el 8 de agosto de 1937 en Argentina y falleció el 1 de febrero de 1978 en su tierra natal.

Además de cantante, fue investigador, recopilador y difusor de la cultura nativa de su país y una de sus canciones más emblemática es “No soy de aquí…ni soy de allá”, sobre cuya composición existe una hermosa historia de hermandad entre él y Facundo Cabral.

Su hija Yamila Cafrune heredó la vena artística de su padre y en la misma línea de lo folclórico. Incluso canta la canción “La cautiva” junto a su progenitor, Jorge Cafrune, una experiencia maravillosa y cautivadora.

Conocido como el Turco Cafrune, Jorge es uno de esos folcloristas cuyos temas llegan al alma. Me encanta su versión de “Paisaje de Catamarca”, por la sencillez y sobriedad que este señor le imprime a esta magnífica descripción de un lugar onírico a través de una canción, al tan punto que uno parece deambular, viajar por esos pueblitos andinos de ensueños, “con sus costumbres tan provincianas”.

Este argentino en “Paisaje de Catamarca” te obliga a detener en casa estrofa, cada descripción y pinceladas de esos pueblos de esa provincia argentina, haciéndote hasta percibir el aroma del quesito de cabra y escuchar el canto del chalchalero.

El Turco Cafrune es de un cantar pausado, claro y potente, con un acento del hombre atado eternamente a la tierra, con la barba tupida y la piel tostada por el inclemente sol del trópico, guarecido bajo el sombrero de ala larga.

En “Coplas del payador perseguido” habla y canta la canción del hombre del campo, el gaucho, que expone su verdad de forma cruda, clara y reivindica el hablar sencillo y peculiar del pueblo.

Rasgando la guitarra en “Fragmentos del Martín Fierro”, Cafrune nos lleva por los linderos del oficio de cantar, de las costumbres y el decir de los gauchos.

“El niño y el canario”, que aquí popularizara Leonardo Favio (Fuad Jorge Jury Olivera, 1939-2012) en voz de Cafrune y Marito cobra un quejumbroso e inesperado dolor, una ternura que enternece el corazón. Hay que escucharlo.

En fin, poco hay que abundar sobre Cafrune y su forma de cantar y más bien el momento se presta para invitar a descubrirlo a quien no lo conoce o reencontrarse con él quien ya lo ha escuchado. Sugerir sus coplas por donde peregrinan los gauchos, el hombre sencillo del campo, los impresionantes paisajes de es Argentina a veces áridos, coronados de nieve y adornados de cactus.

Naturalmente, que no son canciones para enamorarse, sino para sentir el sufrir sempiterno del hombre del campo, por donde peregrina la tristeza del gaucho, sus limitaciones y estrecheces, peripecias y sueños.

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