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Amigo, no te vayas…, espérame allá

Cuando un amigo se va, algo se muere en el alma. El vacío es tan grande que uno quisiera acompañarlo. Como que uno también empezó a morir.

Bienvenido Brito se fue. Mi amigo del alma. Suerte que tuve de poderte confesar en el momento preciso, que eras alguien útil. Porque eras un hombre bueno. Uno quisiera que no te vayas. No me basta hacerte inolvidable.

El 28 de agosto de 1984 publiqué el siguiente artículo, siendo yo Director de Prensa de la Presidencia, el cual difundí luego en mi libro “Un Testimonio”, artículos de opinión. Como escrito está, no hay nada que agregar.

“La renuncia de Brito es una Baja.

Después que el Presidente Salvador Jorge Blanco tomó el juramento a los nuevos funcionarios, miró fijamente al doctor Enmanuel Esquea y le dijo: “Doctor Esquea, el texto de ese decreto debe ser modificado. Agréguele que el licenciado Bienvenido Brito fue substituido por renuncia”. Entonces, Jorge Blanco dirigió su mirada y la entrecruzó con la de Brito, a quien tenía de frente, a unos cuantos pasos. Brito, en silencio, asentía con su cabeza, tras la acotación de Jorge Blanco. El licenciado Brito renunció al cargo de Contralor General de la República, que desempeñó durante dos años y era evidente que Jorge Blanco no quería que ese hombre lo abandonara y mucho menos que la gente sospechara que lo había removido por su cuenta. Yo soy amigo de Brito, pero no lo he visto para preguntarle por el motivo de su renuncia. Al saber que dejó la Contraloría experimenté un dejo desagradable. Cuando yo acepté trabajar con el Gobierno me hice la idea de que estaría junto a muchos Bienvenido Brito, junto a un ejército de sobrios Bienvenido Brito, hasta que Salvador cumpliera. Por eso entiendo que la renuncia de Brito es una baja que tiene el Gobierno de Jorge Blanco. ¿Por qué? Mi concepto sobre Brito es la mejor respuesta.

“Al cumplirse un año del Gobierno de Jorge Blanco, en 1983, asistí a casa de Brito. Un apartamento, en los alrededores de la Casa San Pablo. Con cinco parejas que se reunieron para conversar, compartir, de noche, en amena tertulia, la sala del apartamento de Brito y su familia se llenó. Al año de ser Contralor de la República, Brito permanecía en ese lugar como residencia, sin custodia, sin choferes, sin vehículos oficiales y muy estrecho. El Contralor General es el que cuida, inspecciona, examina las cuentas y el movimiento del tesoro de la Nación. En ese apartamentico como residencia permaneció Brito estando en su condición de técnico en la secretaría de Industria y Comercio, en la dirección de Control de Precios, en la asesoría económica de la Cámara de Diputados, después que regresó de Chile, donde se especializó. En la Cámara de Diputados pudimos trabajar él y yo para el mismo patrón.

“Este fue el mismo Brito, Contralor General que me encontré en la heladería El Polo, un domingo en la noche, compartiendo con sus hijitos y su señora. Tranquilo, despejado, con su barba y muy conversador, como siempre. Es el Brito que manejó su carrito Fiat-blanco-privado, siendo Contralor. Es el Brito que dejaba el escritorio burocrático para ir a los despachos de los funcionarios a reclamar, a explicar, a pedir explicaciones, a examinar y a supervisar sus cuentas. Es el Brito que entonces, se echaba hacia un rincón y susurraba con el Director de Presupuesto, Fidencio Vásquez, antes de aprobar o desaprobar, antes de volver a su escritorio burocrático de la Contraloría, donde se estaba hasta la medianoche. Y es el Brito que escandalizó y armó líos, después del 16 de agosto de 1982, tan pronto fue juramentado como Contralor, porque dispuso auditorías centralizadas en todas las dependencias del Gobierno. Es el Brito austero, arbitrario, extrapartido-acusado, quijote con efigie de fraile franciscano. Yo pensé que por donde quiera que me moviera encontraría muchos Bienvenido Brito, asidos de la mano cercando a Jorge Blanco, hasta que acabaran estos cuatro años, para que todo el futuro los tuviera como único marco de referencia.

“Yo no sé qué tipo de relación habrá podido establecer Brito con el Presidente Jorge Blanco. Prefiero adivinar que tuvo que presionar para que le aceptaran la renuncia. No una presión sin motivo, por sí misma, sino con los ribetes de humanidad que son el amor por los hijos. Yo soy amigo de Brito y pongo este tema en pantalla, para que él lo recorte con unas tijeras y lo guarde para enseñarlo a sus hijitos cuando sean hombres. Cuando estuvimos en la Cámara de Diputados, Brito como economista y yo como periodista, Brito me dijo que su única militancia era la moral cristiana. Ateniéndome a esa confesión y a lo que entiendo que exige la moral cristiana como única herencia para los hijos, quiero que él sienta satisfacción, mañana, cuando pueda mostrar este recorte de periódico a sus hijitos-ya hombres, como una herencia del Contralor General de la República que volvió para su casa con las mismas ropas, con los mismos zapatos, con el mismo carrito, con el mismo apartamentico, con la misma cuenta-corriente-familiar-del Banco de Reservas, con la misma preocupación de dejar la austeridad de la moral cristiana como herencia. Por eso entiendo que la renuncia de Brito es una baja en el gobierno de Jorge Blanco”.

Bienvo, no te vayas.

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