Siempre he pensado que todo lo que uno haga debe hacerlo con pasión, porque te guste y eso sucede cada semana cuando escribo esta columna. No lo hago por el mero compromiso con este periódico y mis lectores. Lo hago porque abordo una de mis grandes pasiones, como es el bolero, ese género musical que quienes componen cada pieza, número, lo hacen desde las fibras del corazón mismo, involucrando el comportamiento y devenir histórico de la sociedad.
Lo mismo ocurre con el periodismo, que lo hago, modestia aparte, con responsabilidad y pasión y que, decir de la literatura.
Esta semana quiero hablar de la pasión, ese sentimiento que uno le impregna a lo que hace, garantía de trascendencia.
Una vez fuimos, una prima y yo, a pasarnos el día con un tío que vivía en la Base Aérea de San Isidro y él, como sabía mi pasión por Gilberto Monroig, colocó uno de sus discos. Mi prima-hermana al ver la pasión y el deleite con el que escuché una de la canción de Monroig me preguntó: “primo que te recuerda ese disco”. Respondí a me gusta la música, las canciones de Monroig por pasión y no porque me recordara algún desamor o una pena de amor.
Claro que algunas canciones están vinculadas al desamor o la partida de algún amigo, ser queridos. O que al oírlas te recuerdan esa época que se fue, ese intenso romance que murió, ese amor quimérico que nunca llegó a madurar o ese amor que irrumpió para siempre. Tal vez el amigo que partió al más allá o simplemente desapareció de tu vida.
En una de mis columnas toqué el caso del tango “El último café”, vinculándolo a la palabra “garúa”, poca conocida por estos lares. Eso no quedó ahí, porque al escuchar atentamente este tango, escrito por el argentino Cátulo Castillo, en voz de Roberto Goyeneche, me impresionó tanto, que se ha convertido en uno mis intérpretes de tangos favoritos.
Sobre todo, “El último café”, que él lo canta con tanga fuerza, entrega y pasión, que decidí cantarlo en esas noches de bohemia y karaoke. Suelo arrancar con ese tango que describe una ruptura amorosa teniendo como cómplice un café, ese último café, donde la mujer mostró su desdén, su impiedad y su vanidad al decirle “lo nuestro terminó”. Lloviznaba, lo que equivale a la garúa.
Pues mi esposa me preguntó si este tango me recordaba algo y como repuesta se lo coloqué en las voces de Goyeneche, Rocío Dúrcal (María de los Ángeles de las Heras Ortiz, 1944-2006), La Señora Melancolía (Lissette Álvarez), Dyango, y Vicentico Valdés (1921-1995).
Según su biografía, Roberto Goyeneche fue un cantante, actor y compositor argentino de tango, muy reconocido por su calidad interpretativa y por su modo de frasear con rubato, vocablo del italiano rubare, “robar”, que se refiere a la sutil manipulación rítmica y los matices en la interpretación musical.

Pienso que en el buen manejo del “rubato” reside la buena calidad interpretativa de un artista que se decida a cantar tango. Es como el fraseo, sobre todo, en el caso del brasileño Miltiño, conocido como “El Rey del Fraseo”.
Goyeneche nació el 29 de enero de 1926, en Saavedra, Buenos Aires, Argentina, y murió el 27 de agosto de 1994, a causa de una neumonía. Procreó a Jorge y Roberto Goyeneche.
Sus restos están sepultados en el Panteón de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores. Aquí, que en ocasiones imitamos lo foráneo, deberíamos imitar esa iniciativa y crear un panteón similar, que podría atraer hasta turistas.
Goyeneche es un ejemplo de que “de la suerte y la muerte” nadie se escapa, pues antes de alcanzar fama, fue chofer de autobús, taxista y mecánico.
“El Polaco”, como también era conocido, era dueño de una voz de barítono y 1985 recibió elhttps://www.youtube.com/watch?v=A8IyhHQSggg Premio Konex como uno de los mejores cantantes de tango de la historia en Argentina.
Entre los temas que popularizó figuran: “Garúa” (que también la canta Monroig), “Balada para un loco”, “Cafetín de Buenos Aires”, “Como se pianta la vida” (el tango que le gusta cantar a mi amigo y hermano Eduardo Santos), “Alma loca”, “Uno” (el tango preferido de mi amigo el periodista y escritor Gustavo Olivo Peña), “Naranjo en flor”, entre otros.
Soy de la creencia de que la pasión puede hasta disimular, sortear, la falta de talento y empujarnos a límites inimaginables.
Pues este viernes bohemio dese la oportunidad de escuchar los tangos de Goyeneche y disfrútelo con la pasión que el artista le impregna. Salud.