SANTO DOMINGO. El presidente Danilo Medina es un caballo. Es un peleador. Quienes han pensado que Medina dejaría el poder con facilidad pecan de ignorantes de lo que ha sido la vida política de Medina como obtuso jefe de grupo a quien no le importa la vida de ningún tipo de institución.
Sólo quienes pasan por alto la trayectoria de Medina podían sorprenderse cuando lo vieron salir de su escondite palaciego y lanzarse al ruedo ante sus congéneres, para defender su promesa de que él ganaría las elecciones del 5 de julio.
El presidente Medina ha decidido pasar por encima del desacreditado y torpe político que escogió para que lo representara en el cumplimiento de esa arriesgada promesa de ganar las elecciones próximas, sin ser candidato. Gonzalo Castillo, contrario a lo que ha querido vender Medina, ha resultado inservible para los fines.
El presidente, furtivamente, convocó su tropa del Comité Central del PLD y reiteró su emplazamiento. Furtivamente, porque Medina y su séquito han despreciado a todos los medios y al público, “encobachados” en Palacio, haciendo y deshaciendo a sus anchas.
“Vamos a ganar las próximas elecciones”, fue su proclama. “No se preocupen por nada. Hagan guardia en las mesas electorales, como dirigentes intermedios o de base, gánenle esa mesa al partido, y no se preocupen de lo que está pasando a nivel nacional, que de eso nos encargamos nosotros”.
Ni mandato ni orden. Es amenaza y confesión
Las expresiones de Medina como jefe de gobierno más que un mandato son una confesión. Una amenaza. En las mesas electorales es que ha estado el fraude desde el poder, insistentemente manejado por Medina.
¿Qué es lo que históricamente ha hecho el PLD para saber quiénes votan y quiénes no votan por ese partido?
Lo explicaré basándome en las propias declaraciones públicas de funcionarios de sus gobiernos y de dirigentes del PLD, expuestas con desenfado, durante largos años. Sus declaraciones públicas permiten llegar a las claves del magnífico fraude que podrían esconder la práctica clientelista de la tarjeta Solidaridad y los planes de asistencia social que maneja la Vicepresidencia de la República, desde el año 2004.
Atiendan a las fuentes que escojo. Leonel Fernández conoce todo esto, tanto como Danilo Medina. Ambos dominan la metodología al efecto. Por eso, tantos temores, sospechas y denuncias de parte y parte. Veamos.
El actual presidente del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), Temístocles Montás, en recientes declaraciones anda diciendo que la cúpula de ese partido decidió salir de Juan Bosch, en su oportunidad, “porque el viejo, ya había explotado sus últimos cartuchos”. Ese es el pensamiento de los muchachos fundadores del PLD, escogidos todos, por Bosch, quienes hoy son todos potentados.

“Nosotros tenemos un sistema de saber lo que está ocurriendo con la votación, en el PLD, que nos permite conocer lo que está ocurriendo en cada mesa de votación, hora por hora. Eso, lo hemos dicho, muchísimas veces. Sabemos quiénes han votado, quienes no han votado. Los que han votado de qué partido son, de qué partido no son. (…) Nosotros, cuando la gente llega para votar, sabemos quién votará por nosotros y quién no votará por nosotros. Y eso, es un sistema más sofisticado que el de la Junta Central Electoral.”
La realidad es que la dirigencia del PLD, tan pronto se instaló en el gobierno, con Leonel Fernández en la presidencia de su partido y del Gobierno, en el 2004, empezó a construir el andamiaje para controlar a los votantes con recursos del Estado. El instrumento predilecto por los peledeístas ha sido, desde septiembre del 2004, lo que ahora se llama Sistema Único de Beneficiarios (SIUBEN).
En el PLD, desde entonces, se imparten talleres para entrenar a decenas de miles de encargados electorales de ese partido en todo el país.
El rol de la vicepresidenta Margarita Cedeño en la administración del SIUBEN y del programa y las tarjetas solidaridad, que por regla de ese sistema la legitima en esa función, por el cargo que ocupa en el Palacio Nacional, ahora, resalta más que nunca. Porque en adición a todas esas funciones responsable de distribuir millares de millones de pesos, todos los días, es la candidata vicepresidencial en los comicios del 5 de julio del 2020. Y no se trata de que influye en las tarjetas solidaridad. Se trata de que cuatro millones de personas, según cálculos dados a conocer por la misma vicepresidenta Cedeño, tienen el mismo código de barras de cuatro millones de cédulas secuestradas en su centro de cómputos. Estando las cosas como están, ¿no le inspira a alguien legítima sospecha? Más, ahora, cuando el presidente Medina sugiere que todos los empleados públicos deberán votar por el Penco y el PLD.
Ahora, con mucho mayor riesgo, puesto que las encuestas pagadas pero con buen crédito, señalan que Luis Abinader por el Partido Revolucionario Moderno (PRM) barrerá el piso con el penco Castillo y con lo que queda del PLD.
Si ocurriera así y se cumpliera esa percepción, Medina y su séquito deberán abandonar sus poltronas para entregarlas a la oposición, situación que envuelve numerosos motivos de temores. Temores a que se confirmen los descréditos y hasta las advertencias de encarcelamientos tras juicios por el montón de ilícitos que se les atribuye.
¿No conoce el miedo?
El presidente Medina, como rabioso izquierdista pro chino de origen, parece querer demostrar que no teme a nada ni a nadie en sus luchas por obtener y retener el poder. Cuando intentó imponer una modificación a la Constitución para lanzarse por tercera vez a buscar la presidencia de la República, arrodilló a los más altos y encumbrados oficiales militares, haciendo que éstos confesaran ante la prensa y el público que ellos estaban cumpliendo también con la Constitución en sus ímpetus represivos contra quienes impedirían el nuevo intento reeleccionista de Medina.
Al entrar a las claras en campaña por su Penco, Medina lo ha hecho cubriéndose con el manto de un decreto de emergencia que lo convierte en un dictadorzuelo de ley.
Si no es acción temeraria no es que sea falta de miedo. Podría ser un acto de locura generada por el estrés ante un evidente fracaso de una lucha que le toca encabezar contra el coronavirus, que se advierte será su gran derrota, y con él la derrota definitiva de su pueblo diezmado por las muertes y los contagios.
Abinader y sus filas opositoras están más que obligados a tener a mano un “plan b”, para enfrentar lo que más que desafuero parece ser una acción de locura empapada en la angurria de poder y venganza, contra alguien a quien está interesado de mostrar que él también sabe “aplastar” desde el Poder. En medio de tanta confusión momentánea, el ex presidente Leonel Fernández, ¿se habrá dado por enterado?
El verdadero fracaso; el virus que azota
Medina es un presidente fracasado en proceso. No lo querrá reconocer, pero el acento que está poniendo a la campaña electoral desparramando para ello el presupuesto nacional sin ton ni son, lo obligará a rendir cuentas de múltiples maneras.
Será un caballo en sus propósitos y metas. Pero los caballos no dejan huellas pedestres, sino que sus huellas son de cascos y pezuñas. Huellas de duros cascos y pezuñas reconocibles.
Cinco meses después de llegar del exterior aquella mujer, muriéndose por el azote del Coronavirus que la mató junto a decenas de dominicanos en su comunidad de la provincia Duarte, en este país no conocemos a ciencia cierta y para asombro de los más espabilados, lo que está ocurriendo.
¿Estamos dando una respuesta equivocada? ¿O creemos eso porque no confiamos en nada ni nadie? ¿Cuál ha sido la estrategia del país ante esta tragedia? Muy pocos lo saben, porque ni un solo especialista, gremio de especialistas, agencia multinacional, ha sido llamado a encerrarse en el reducido despacho de un enmascarillado presidente de la República sumido en su poltrona.
La única verdad real es que todos los días el vecindario es clavado por nuevas muertes y muchos enfermos de coronavirus.
Un anodino ministro de Salud Pública ha agotado cinco meses ante los instrumentos de comunicación electrónica, sin ser capaz de haber encontrado siguiera quién le arregle la corbata y la chaqueta para asistir con éxito a ese espectáculo comunicacional. Ese ministro ha sido la cara del régimen para mostrar sus instrumentos de batalla frente al Coronavirus. Instrumentos y métodos más que bastardos que conducen la sociedad a innúmeras frustraciones y confusiones.
El cuadro borroso del acontecimiento está ahí. Lo conocen quienes han atendido a sus enfermos y enterrado los cadáveres de sus muertos.
Los números dudosos de esas cantidades lanzadas sin que haya manera de confirmarlos, muestran que el azote viral ya dejó una estela de más de 30 mil infectados y 12 mil casos acumulados de infectados, al jueves 25 de junio, y 698 muertos (479 hombres). ¿Y qué será eso de que sólo 413 muertes están confirmadas, y que 285 figuran como probables fallecimientos?
Alguien perdió el control de la cuestión, si es que alguna vez lo tuvo.
Hablan de “nuevos positivos”, “repunte de casos”, “un acumulado”, “tasa de letalidad”, de “punto porcentual”. Y dicen que 16 mil se han sanado. Insisten en lo que denominan “positividad de las muestras”, y la cotejan con inentendible porcentaje. ¿”Rango intercuartílico”? ¿Es eso una medicina o un grado militar ganado por los guardias y policías que empujan y apresan en las calles, en los patios y galerías de las casas?
Y como nadie entiende esas matemáticas, por falta de entendimiento escolar, todos se lanzan a las calles como si nada está pasando.
Y la muerte está a la puerta, impedida sólo por un guardia o un policía con órdenes de golpear, y llevar a empujones a cualquiera que no entienda que tiene que trancarse en su casa porque lo impone una dictadura legal. Y de eso sí que entendemos todos.
Con su hambre y la de los suyos. Sin agua potable ni electricidad. Y las líneas de Internet al mismo costo y con los mismos impuestos y pagos por moras que las empresas castigadoras se negaron a negociar en medio de la crisis de salud.
Tampoco las gentes entienden eso que llaman “pruebas PCR” impedidas para diferenciarlas de las que no son “PCR”. Y perdidos, sin saber en qué lugar pueden aplicarse una de esas 140 mil pruebas que afirman han ejecutado. Nadie sabe dónde son aislados los enfermos, si en hospitales o en la casa, ni el seguimiento que dicen les dan, ni quienes ejecutan ese seguimiento, ni si hay camas y hospitales suficientes.
No hay laboratorios oficiales ni privados al alcance. Y hay un lío para entender si los seguros pagan o no pagan a quienes logran alcanzar una de esas pruebas.
Esa es la explicación somera de las causas de la gran frustración y traumas que se padecen.
Enfermeras, 149, y enfermeros, 77, estaban aquejados por la enfermedad.
Lo que sí se sabe es que cada 24 horas hay más y nuevos enfermos en la provincia Duarte, en Santiago, en Santo Domingo y el Distrito Nacional, y San Cristóbal, y La Vega. Y lo saben, no porque se lo digan, sino porque los están viendo en el vecindario en el que han estado comando los muertos con los dedos de las manos.
La respuesta ante ese desastre es lo que produce congoja. Todo luce que hemos transitado la ruta equivocada, tal vez, por no atender a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud para que no se politice el obligado trabajo de enfrentar la pandemia mundial del coronavirus, en la parte que nos corresponde: la tozudez de buscar ventajismos partidarios en medio de una traumática campaña electoral.
Muy pocos dejan de atribuir el fracaso ante el fenómeno a la mala fe.
¿Se saldrá el presidente Medina, se con las suyas, nueva vez, en la misma cara de todos los votantes que en las encuestas más variadas lo aplastan en la figura de un inservible candidato presidencial?