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martes, mayo 20, 2025

Gracias, Francisco: El Pastor de la Casa Común

“El futuro de la humanidad está, sobre todo, en manos de quienes ven al otro como un igual y se reconocen como parte de un ‘nosotros’.”— Papa Francisco

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Lunes de abril que duelen
Este mes ha comenzado sus semanas con el peso de grandes pérdidas. El lunes 8 de abril, a primeras horas del día, la tragedia del Jet Set estremeció al país. Hoy, lunes 21, casi a la misma hora, nos despierta otra conmoción: la muerte del Papa Francisco.

Ambos acontecimientos, aunque de naturalezas distintas, nos dejan una misma enseñanza: lo efímero de la vida y la urgencia de abrazar lo esencial. En memoria del pastor que hizo de la Tierra su altar, compartimos este homenaje al Papa Francisco y su legado ecológico y humano.

Hoy despedimos con gratitud y profunda reverencia a Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, un pastor que, como fiel seguidor de Francisco de Asís, supo hablarnos al corazón y a la conciencia, colocando en el centro del debate espiritual y social la dignidad del ser humano y el cuidado del planeta. Su vida fue un testimonio de humildad, compasión y compromiso transformador.

Desde su elección en 2013, el mundo encontró en él una voz firme pero serena, capaz de confrontar con ternura las estructuras de poder que alimentan la desigualdad, la indiferencia y el deterioro ambiental. Francisco entendió que no hay fe auténtica sin justicia, ni espiritualidad sin responsabilidad. Y nos advirtió, con claridad evangélica, que el “dios dinero” ha desplazado el sentido de comunidad, destruyendo la esperanza de millones. El diablo entra por el bolsillo, solía decir con la contundencia de quien ve con los ojos del alma. Ser justos con el valor del trabajo del pobre es hoy más que un mandato moral: es una urgencia civilizatoria.

Laudato Si’: Una llamada universal

En 2015, el Papa Francisco publicó Laudato Si’, una encíclica que se convirtió en faro para creyentes y no creyentes. Y fui uno de sus firmes promotores desde el día de su publicación, sintiéndola como parte mía.

En ella propuso una “ecología integral”, un concepto revolucionario por su sencillez: no hay separación entre lo que le pasa a la Tierra y lo que le pasa al ser humano. La pobreza, el colapso climático, la violencia, la codicia desmedida, son expresiones de una misma enfermedad: la desconexión de lo humano con lo natural.

Nos desafió a mirar el mundo con otros ojos. A ver en cada criatura un reflejo de lo sagrado. A repensar nuestros estilos de vida, nuestras economías, nuestras prioridades. Y a actuar, no mañana, sino hoy.

Un legado que no se archiva

Francisco no fue un líder cómodo. Fue un profeta. Y como todo profeta, habló con ternura pero también con firmeza. Denunció la cultura del descarte, defendió a los migrantes, abrazó a los más pobres, dio voz a los que no la tienen, y nos recordó que la fe no se mide por el dogma, sino por la capacidad de amar, proteger y construir justicia.

Hoy, más allá del luto, su figura se vuelve semilla. Nos toca a nosotros, como humanidad, decidir qué hacemos con ese legado.

Porque si asumimos con responsabilidad la transformación necesaria y colocamos a la naturaleza en el centro de nuestras vidas, la humanidad puede aspirar a perdurar mientras exista el planeta Tierra.

Gracias, Santo Padre, por recordarnos que Dios habita también en los árboles, en los ríos, en los niños que trabajan, en los ancianos olvidados, en la Tierra que aún respira… que somos parte de la unicidad sagrada, la cual es la meta de nuestro crecimiento en este mundo.

Gracias por enseñarnos que cuidar la vida —toda vida— es la forma más pura de oración.

 

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